Agosto terminó, el otoño está aquí y también la COVID, más fuerte que nunca. El coronavirus se convirtió en parte inseparable de nuestra vida. No tanto la enfermedad, sino los cambios que trae consigo. Poco a poco, reconocemos que llegó para quedarse. Si bien, tenemos miedo de infectarnos, su impacto va más allá de nuestra salud; afecta todos los aspectos de nuestra vida.
La esfera pública se transformó. Los cafés se ven diferentes, cines, centros comerciales, escuelas, todo es diferente, extraño. Mucha gente trabaja desde casa; muchos no trabajan en absoluto y para los que mantienen su trabajo anterior, los trabajos en sí, parecen diferentes. Por debajo de esos cambios, está sucediendo una transformación; estamos cambiando las relaciones, entre nosotros y con la realidad. Estamos cambiando nuestra relación con la vida.
Aún queremos volver a la vieja «normalidad», para hacer planes para un futuro libre de Covid, pero la naturaleza hizo su parte y debemos someternos. Debemos aceptar que la vida cambió para siempre.
La proximidad del otoño nos impulsará a cambiar nuestra actitud ante la vida, ante la sociedad, ante todo. Al final, será un cambio positivo que hará que nos sea más fácil entendernos, sentirnos y acercarnos más en nuestro corazón, aunque aún no, en nuestro cuerpo. Poco a poco, seremos más conscientes de que todo cambió radicalmente. Prácticamente no habrá asistencia física a escuelas ni a universidades, muchos padres tendrán que quedarse en casa con sus hijos y la gente se volverá más “sedentaria” que nunca.
Si conseguimos superar la agresividad que se apoderó de la sociedad en los últimos meses, descubriremos que, de hecho, todos estamos en el mismo barco. Las diferencias entre la gente son mucho más pequeñas de lo que pensamos porque, al final, todos queremos lo mismo: comida, casa, salud y buen ambiente para nuestros hijos. El virus nos enseñará que somos dependientes de los otros y nos hará pensar en los demás. Cuando lo aprendamos, descubriremos alegría, fuerza en la unidad y tendremos una comunidad sólida.
Cuando desarrollamos responsabilidad y consideración mutuas, no pondremos a nadie en riesgo de contagio. Y cuando lo hagamos, veremos que el virus se fue. Sin vacuna y sin medicina, simplemente desaparecerá cuando nos cuidemos unos a otros. Y cuando estemos libres del virus, no necesitaremos distanciamiento (anti) social, ni cubrebocas que oculten nuestra sonrisa, ni gel para desinfectarnos las manos después de abrazarnos. Hasta entonces y sólo hasta entonces, comprenderemos que Covid vino para enseñarnos a cuidarnos.
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