A medida que las batallas en Ucrania y la presión sobre civiles se intensifican, es evidente que un compromiso o una solución «razonable» están fuera de alcance. No sólo se está intensificando la miseria sobre el terreno, también la enemistad entre las dos naciones se profundiza, al mismo tiempo que aumenta el sufrimiento de la población. Hoy, dominar a otras naciones con la fuerza militar, no es práctico.
Por eso, las partes tendrán que acabar deponiendo las armas. Si en ese momento los adversarios comprenden la necesidad de darse libertad mutua, podrán avanzar de forma constructiva. Si, por el contrario, insisten en intentar dominarse uno a otro, el precio de la libertad se disparará, aunque finalmente llegará.
Cuando se es parte de él, es difícil ver un conflicto objetivamente, mientras más se demoren las partes en hacer ese esfuerzo, más prolongarán su sufrimiento. Al final, ellos y el mundo entero con ellos, comprenderán que la guerra que se libra, es una lucha no sólo por la libertad de las naciones, sino por la libertad de cada uno y al final, por la libertad de nuestra alma. La lucha, por tanto, es el precio que pagamos por nuestra libertad.
Para ganar esta guerra, tenemos que entender a qué nos enfrentamos, quién es nuestro verdadero enemigo. Mientras más investiguemos los motivos de esta guerra, más nos daremos cuenta de que el verdadero culpable es el ego humano, que nos impulsa a buscar gloria, fama, poder y riqueza. Todos tenemos ego; es un monstruo que vive dentro de nosotros y sólo circunstancias y características que escapan a nuestra comprensión, determinan si alcanzamos una posición en la que pueda manifestarse. Pero, aunque no se manifieste, aún vive un tirano egoísta en nosotros.
Por eso, nuestra batalla debe ser en dos frentes: físico e interno. En el frente físico, tenemos que hacer lo necesario para salvar la vida. En el interno, el más importante, debemos enfrentar al tirano que llevamos dentro y tratar de superar el ego que nos separa y nos enfrenta a la muerte.
La batalla contra el ego sucede de diferentes maneras, en diferentes momentos y lugares. En algunos lugares, se desarrolla de forma violenta, con guerras, terrorismo u otras formas. En otros lugares, se manifiesta con sanciones económicas, escasez de productos básicos, precios de la energía por las nubes y otras formas de dificultades económicas que influyen en nuestra vida. En otros lugares, lo hace con batallas políticas. En cualquier caso, estas dificultades son el precio que pagamos por nuestra libertad.
El ego puede ganar en algunos lugares y perder en otros, pero al final, perderá por completo. El tiempo de su dominio está llegando a su fin.
En su ensayo, La libertad, escrito en la década de 1930, el gran pensador y cabalista Baal HaSulam escribió que cada tendencia y característica del individuo es única y debemos cuidarla y alimentarla. Posteriormente, se explayó sobre la importancia de mantener la libertad, no sólo de los individuos, también de las naciones. En sus palabras, «De lo dicho antes, aprendemos el terrible mal que infligen aquellas naciones que imponen su reinado a las minorías, privándolas de libertad, sin permitirles llevar su vida de acuerdo con las tendencias que heredaron de sus antepasados. Se les considera nada menos que asesinas».
Para ser libres, debemos liberarnos de nuestro ego. Para lograr esta hazaña, debemos formar nuevas conexiones basadas en preocupación y apoyo mutuos. En lugar de reprimirnos unos a otros, la sociedad debe aprender a animar a todos a ser su verdadero yo.
Por su parte, los individuos deben aprender a elevarse por encima de ego y usar sus habilidades y capacidades únicas, no en beneficio propio y a menudo a expensas de los demás, sino en beneficio de la sociedad. Así, si todos contribuyen con lo que la naturaleza les dio, en beneficio de la humanidad, habrá abundancia, paz y armonía en nuestro planeta. Por eso, cuanto antes elijamos pagar el precio para liberarnos del ego, antes lograremos prosperidad.
Gran verdad!!! Es una lucha que me agobia cuando ese monstruo estúpido y rabioso le doy el control de mi vida y voluntad, es tan astuto que me doy cuenta, cuando estoy pagando las consecuencias de mi descuido, que me lleva a la muerte espiritual y me vuelvo un robot, pierdo la sensibilidad ante mis semejantes y rompo la conexión a la unidad. Hoy lo acepto y me avergüenza mis faltas a las leyes universales. Y me vuelvo al que lo puede todo DIOS. No puedo sola y me rindo a EL. Muchas gracias. DIOS los bendiga grandemente.