El llamado para dejar de financiar a los departamentos de policía en Estados Unidos, pondría en dificultades la seguridad. La demanda de no invertir en presupuestos policiales y enviar los fondos a iniciativas comunitarias que surgieron a raíz de la muerte de George Floyd, bajo la custodia de cuatro oficiales de policía, en Minneapolis, es una medida peligrosa. Si la sociedad desea mejorar las relaciones policía-comunidad y tener una relación de seguridad y armonía, la solución no es debilitar la fuerza policial sino fortalecer la educación colectiva.
En los últimos días, el movimiento en EUA, se convirtió en el centro de atención nacional y exige eliminar los fondos para los departamentos de policía y la reasignación de recursos a iniciativas de creación de empleo, así como a programas sociales y de salud. Bajo esta iniciativa, algunas funciones tradicionales de la policía, pasarán a otros y, miembros de la comunidad patrullarán las calles.
La simple idea de abolir o debilitar a la policía, es difícil de entender o justificar ¿cómo puede la nación asegurar que se cumplan las leyes y se conserve el orden civil, sin una policía que mantenga el vínculo entre gobierno y ciudadanos? ¿qué otro sistema conocemos en la actualidad que ayude, en el momento en que sucede algo en un callejón o calle de las complejas redes de vecindarios, pueblos y ciudades de EUA?
Ahora, dado que la naturaleza egoísta del hombre se incrementa y se vuelve cada vez más cruel, todos se sienten superiores al otros y se esfuerzan por exprimir y explotar, aplastar y saquear, abusar y violar. Necesitamos y debemos ser monitoreados. Enfrentamos problemas sociales como, drogadicción, enfermedades mentales severas y violencia, los cuerpos policiales son los que mantienen el orden. En una era de desorden e inestabilidad social, la ley y el orden deben ser garantizados. Como está escrito: «Según tus tribus nombrarás jueces y oficiales en todas tus ciudades que el Señor tu Dios te da y ellos juzgarán al pueblo con juicio justo» (Deuteronomio 16:18).
Una nación indisciplinada no tiene futuro.
Quienes traspasen la ley, necesitan la influencia de la policía para que los inhiba, el temor a reprimendas y los castigos en la cárcel para que los disuadan de cometer delitos contra individuos y comunidades. El ego requiere límites; de lo contrario, se incita la anarquía, como vimos recientemente en las calles de Nueva York y otras ciudades de EUA. Particularmente en nuestra generación, con su turbulencia y el sin fin de movimientos políticos, religiosos y sociales, la escena debe calmarse y llegar a un estado de equilibrio.
No podemos prescindir de una especie de figura paterna -dura y fuerte por un lado y empática y sensible por el otro- una figura que se respete y se refuerce con fondos generosos.
La policía está atrapada entre la espada y la pared en el difícil lugar de la vida moderna: bajo la presión de los que hacen leyes y política, bajo el escrutinio público y en una hoguera de peleas sociales y políticas. A veces están mal equipados para responder apropiadamente y tomar el control. Los agentes de policía a menudo se encuentran atrapados en medio, no siempre saben cómo conciliar conflictos y diferencias de política, etnia y raza.
Por eso, si queremos restaurar la confianza policía-comunidad, prevenir el delito y reducir los incidentes de abuso o mala conducta policial, debemos invertir aún más en educación y entrenamiento de la policía y de la sociedad. La fuerza policial, como todo ciudadano, debe someterse a un proceso de enseñanza profundo sobre cómo frenar los disturbios y trabajar junto con la comunidad. Policías, ladrones y ciudadanos, necesitan urgentemente un método educativo donde se analice la naturaleza humana, los derechos y obligaciones de cada individuo y se encuentren puntos comunes para el bien general.
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