Si vieras el mundo a vista de pájaro, verías que sus partes se están fusionando gradualmente. Podemos aprobar o desaprobar el proceso, pero es tanto involuntario como irreversible. Y mientras más nos unimos, más fricciones surgen. La trayectoria de la realidad no cambia: va hacia una mayor conexión, una mayor interdependencia y una mayor integración. Lo que puede cambiar es cómo lo sentimos. Si nos oponemos, será doloroso e implacable. Si lo aceptamos, será fácil y alegre.
Solía haber ideologías, ideales y doctrinas que la gente se esforzaba por implementar para establecer lo que creía que era la forma correcta para que la sociedad se condujera. Ahora, las masas están despertando en el mundo y no les importan los ideales ni las doctrinas. Si sienten solidaridad mutua, apoyarán al gobierno que los haga sentir así. Si sienten división, volverán a la agresión y la violencia, como está sucediendo ahora.
Ningún régimen, en ninguna parte del mundo, tendrá éxito en estos días y el mundo se hundirá más y más en el caos, pues ningún régimen aspira a la conexión. Ninguno de los líderes mundiales de hoy es apto para la tarea de unir a los pueblos, pues la motivación de todos es su propio poder y no el bienestar del pueblo. Si bien, esa motivación fue suficiente para establecer un gobierno estable, hoy no funcionará. Si va en contra del camino de la naturaleza, de la trayectoria de la realidad hacia la conexión, no funcionará.
No es que los gobiernos se desmoronarán mañana, pero la tendencia es clara y nada de lo que los líderes hagan, puede cambiarla. La dirección del gobierno actual debe ser hacia la conexión del pueblo. Si los líderes quieren que el pueblo se conecte con ellos, mientras están en la cima y el pueblo está subordinado a ellos, no es conexión y no funcionará.
La historia tiene su propio reloj. Un tic a la vez, avanza hacia su objetivo final: la unidad de la humanidad en una sola entidad. A medida que avanza, expone nuestra aversión inherente. Que la gente, aparentemente civilizada, aborrezca a la gente que tiene diferentes puntos de vista es sólo el preludio. El abismo se profundizará y también lo hará el sufrimiento, hasta que decidamos que no tenemos otra forma de vivir, excepto juntos. Nosotros, la humanidad, podemos elegir ir por el camino corto y agradable de la conexión o por el largo y doloroso de la división y el odio
No debemos esperar a que los líderes nos lleven por el camino de la conexión. Como se dijo anteriormente, su único interés es su propio poder.
La conexión entre la gente contradice su objetivo, si la gente está unida, no necesita muchos gobernadores ni grandes gobiernos. Sólo cuando está dividida, tenemos que comprometernos y los gobiernos pueden alternar asientos y al final, beneficiarse a expensas del pueblo. Por eso, debemos dejar que los gobernadores gobiernen y nosotros alimentar nuestra conexión independientemente de su intención de dividir.
Además y muy importante, conexión no es igualdad. Para construir sociedades exitosas, debemos cultivar nuestras diferencias, no enterrarlas. Cuando usamos nuestra singularidad para complementarnos y crear una sociedad más completa, en lugar de competir con los demás y esforzarnos por superarlos, la vida se vuelve simple y fácil, hay abundancia para todos.
Cuando usamos nuestras diferencias para el bien común, creamos sociedades flexibles y receptivas que pueden adaptarse a cualquier situación y aprovecharla al máximo. Así como el cuerpo usa diferentes partes de sí mismo para sus diferentes tareas, siempre que cambien las condiciones sociales o económicas, una sociedad diversa pero unida podrá responder mucho mejor y usar su diversidad para fortalecerse, en lugar de desintegrarse y dejar vulnerables a sus miembros.
La conclusión es que no debemos esperar que los líderes hagan el trabajo por nosotros ni debemos esperar que mejore nuestra vida. Si queremos una buena vida, la encontraremos en la unidad, cuando hagamos de la unidad nuestro mayor valor, en lugar de esta o aquella idea política. La sociedad, como dije al principio, se está fusionando. Sólo si aceptamos nuestras diferencias y las usamos para forjar la unidad, atravesaremos este proceso con éxito. Pero si sucumbimos a las nociones de separación y aversión, sembraremos viento y cosecharemos tempestades.
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