Pasé incontables horas conversando con mi maestro, Rav Baruch Shalom Ashlag (RABASH). En su mayor parte, hablábamos cuando estábamos solos, durante nuestras caminatas matutinas diarias o durante nuestros frecuentes viajes de dos días a Tibieras.
Una vez le pregunté qué hacía antes de que yo viniera, pues, cuando lo conocí ya tenía setenta y tres años. Dijo: «Estaba solo». Cuando le pregunté si no necesitaba hablar con alguien, simplemente dijo: «No».
Hoy, treinta años después de su partida, entiendo lo que quiso decir. Estoy solo en mi habitación y no siento la necesidad de salir ni hablar con nadie. Podría sentarme aquí durante cien años y no me importaría en absoluto. Doy paseos aquí y allá, pero desde que comenzó el virus, estoy mayormente solo y estoy realmente contento. Si no fuera por mis estudiantes y por la necesidad de difundir la sabiduría de la Cabalá al mundo, no diría una palabra.
En esto soy como muchos cabalistas antes que yo. Ellos tampoco pasaban sus días en conversaciones ociosas. Estudiaban juntos y leían de fuentes auténticas de Cabalá.
Esto también era lo que RABASH y yo solíamos hacer. Incluso cuando estábamos solos, como en Tiberias, nos sentábamos uno frente al otro con, El Libro del Zóhar o Estudio de las diez Sefirot abiertos sobre la mesa entre nosotros, tazas de café turco y leer y leer.
De vez en cuando, RABASH dejaba de leer para explicar algo o yo hacía una pregunta sobre el texto, pero en su mayor parte, leíamos y nos conectábamos, elevándonos a un sentimiento espiritual compartido. No se necesitaba nada más, nada en absoluto.
Cuando ocurría un evento importante, como una guerra, elecciones en Israel u otros eventos que conmovieran al público israelí, intercambiábamos algunas palabras al respecto, pero no por mucho tiempo y ciertamente sin parlotear al respecto. No dejábamos de pensar en el propósito de la vida ni por un momento; cada segundo importaba.
Está escrito en la Mishná que Shimon, hijo de Rabban Gamaliel, solía decir: «Todos mis días crecí entre sabios y no he encontrado nada mejor para el hombre que el silencio. El estudio no es lo más importante, sino los hechos y el que habla demasiado engendra pecado» (Avot, 1:16).
Los cabalistas guardan silencio porque escuchan con el corazón. Escuchan nuestro corazón común, el corazón del sistema humano llamado Adam HaRishón, del que todos somos parte.
Nacemos encerrados dentro de la burbuja de nuestro ego; no podemos escuchar a nuestro corazón común. En su lugar, sólo nos escuchamos a nosotros mismos.
Lo que aprendí de RABASH fue escuchar profundamente mi interior, más allá del ego, el corazón común. En lo más profundo de nuestra alma, hay un anhelo de romper los límites del ego y sentir el corazón común. Cuando nos conectemos con él, realmente podremos escuchar lo que está fuera de nosotros. Podremos conversar con el alma de la humanidad, con la naturaleza y a través de ellas, con el Creador.
Extraordinaria participación!!! Trato una y otra vez estar en silencio y me frustruo no lo logro, eso exactamente es lo que quiero, porque lleno esa carencia con lo que me encuentre (comida, dulces, lectura de superación personal, perritos abandonados) es despiadado el ego y le pido al Espíritu Santo que sólo El y yo podemos domesticarlo, callarlo. Muchas gracias 🌹 Dios los bendiga grandemente 🙏🌹🙏
¡Maravilloso este artículo! Un regalo. Que aprendamos a escuchar el corazón común, el alma de la humanidad.