Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

El Spyware no nos dañará, espiarnos sí

spyware espías software espiasPegasus, el spyware desarrollado por la firma de armas cibernéticas NSO Group, se puede instalar de forma encubierta en celulares y otros dispositivos que ejecutan la mayoría de las versiones de iOS y Android. Puede leer mensajes de texto, rastrear llamadas, recopilar contraseñas, rastrear la ubicación del dispositivo de destino, acceder a su micrófono y cámara y recopilar información de las aplicaciones. El software espía, que se desarrolló en Israel, es utilizado por autoridades de todo el mundo y también de Israel y, se ha dado la voz de alarma contra la violación ilegal de la privacidad. En mi opinión, el problema no es el spyware, sino el espionaje, las malas intenciones de quienes usan la tecnología para dañar, manipular y abusar de los demás.

Que haya este tipo de spyware, no sorprende. Está claro que ni gobernadores ni funcionarios del gobierno son santos y hacen todo lo posible para saber lo más que pueden sobre los demás, para manipularlos y controlarlos más fácilmente y ganar más poder.

Necesitamos reconocer que nuestra sociedad está rota. La forma en que opera el gobierno refleja la sociedad de la que vienen los gobernantes. Lo mismo ocurre con la aplicación de la ley y el sistema de justicia en general. Si una sociedad es corrupta y está llena de gente que desea lastimar y dominar a otros, no podemos esperar que sus representantes sean diferentes.

Ha sido así durante décadas. Comenzó con intervención en líneas telefónicas y otras formas de vigilancia, ahora se adapta a la tecnología actual, pero en esencia, nada fundamental ha cambiado. Por eso, no es el software espía el que nos hace daño, sino el espionaje al que constantemente nos sometemos unos a otros.

Cuando los padres cuidan a sus hijos y quieren saber su paradero, no los “espían”; los cuidan. Pero cuando extraños o autoridades hacen lo mismo, sí es espiar, porque la intención es lastimarnos o manipularnos. En otras palabras, el problema no es el software sino sus operadores.

 Si queremos «corregir» Pegasus y más malwares, debemos corregir la mala voluntad de los que lo manejan, es decir, la naturaleza humana. La malicia que albergamos entre nosotros es la raíz de todo mal, no sólo con Pegasus, sino con todo lo que hacemos con la intención de lastimar, dañar, manipular, explotar y dominar a otros y al mundo entero, si es posible. Si no corregimos la raíz del problema, es decir, nosotros mismos, no podremos corregir nada.

 Como primer paso para corregir nuestra raíz, debemos reconocer que estamos tan podridos como nuestras acciones. Aquí, la transparencia y el valor son claves. Si no estamos dispuestos a vernos en el espejo, no avanzaremos en arreglar nada en la sociedad. Tendremos que esperar hasta que surjan suficientes malas prácticas, para convencernos de que debemos corregir, no la práctica ni las herramientas de los practicantes, sino a los practicantes mismos.

Una vez que la sociedad o al menos su mayoría, aceptemos que el problema somos nosotros y no lo que usamos para satisfacer nuestras malas voluntades, podremos empezar a trabajar sobre nosotros mismos. Aquí es cuando comenzaremos a examinarnos en lugar de culpar a otros por nuestros problemas.

Cuando dejemos de ver a los demás y nos veamos a nosotros mismos, comenzaremos a ver que somos tan malos como ellos. No serán sólo una o dos personas pasando por un proceso de revelar su maldad. Será un proceso donde toda la sociedad lo entienda. Como resultado, se comenzará a cambiar la actitud hacia los demás, de querer explotar a querer apoyar.

El proceso de darnos cuenta puede llevar mucho tiempo, pero la transición de una actitud de explotación a una de apoyo, puede ser muy rápida. Pues no hay nada que debamos hacer; es sólo cuestión de cambiar la intención detrás de nuestras acciones y cambiar la intención puede ocurrir tan rápido como cambian nuestros pensamientos.

Por lo tanto, la fase más importante de nuestra corrección está ocurriendo ahora mismo. Mientras más pronto expongamos la maldad de la naturaleza humana y mientras más profundamente reconozcamos que eso es lo que somos, más pronto y más fácil será el cambio de las malas intenciones a las buenas, de espiarnos unos a otros a cuidarnos unos a otros.

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