¿A qué se parece más este mundo; a un tranquilo jardín o a una jungla con depredadores salvajes devorándose unos a otros? Probablemente a lo último. Al mismo tiempo que los enfrentamientos y la división son desenfrenados en Estados Unidos y en el mundo, la ONU conmemoró el Día Internacional de la Tolerancia. Pero a menos que exploremos lo que realmente es tolerancia, no la consumaremos. Comprender y dominar el arte de escucharnos y abrazarnos es lo que nos dará las herramientas para cambiar la polarización, en equilibrio.
«Tolerancia es respeto, aceptación y apreciación de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y formas de ser humanos», afirma la Declaración de Principios de Tolerancia de la ONU. Los ideales de esas palabras son importantes, pero marcar un día especial para la tolerancia en el calendario, no tiene sentido si primero no educamos a la humanidad, en la esencia de lo que es esta premisa y cómo ponerla en práctica en la vida diaria. De lo contrario, «tolerancia» es una palabra vacía.
Existen situaciones similares con otras conmemoraciones, como el Día Internacional de la Mujer. ¿Escuchaste alguna vez que hay clases en educación temprana, en el jardín de niños o en la escuela, que enseñen a respetar a la mujer o incluso los principios básicos para respetar y amar a la madre? No lo recuerdo. Nuestra educación es deficiente, pues no logramos grabar los valores fundamentales en el tejido social.
La palabra «tolerancia» en hebreo es Sovlanut, del verbo Lisbol (sufrir), como si tuviéramos que soportar o sufrir las opiniones de los demás.
Sin embargo, en ese sentido, no hay necesidad de tolerar sino de abrazar. El sufrimiento que sentimos es porque nuestra visión es egoísta y no puede sentir a los demás, particularmente a los que son diferentes de nosotros. Más bien deberíamos aceptar y sentir al otro como a nosotros mismos, sus opiniones y sentimientos, aunque sean contrarios a los nuestros.
Debemos basar nuestras relaciones humanas en el principio de que todos tienen un lugar en la sociedad y debemos reconocer que la diferencia y la diversidad crean un mosaico colorido y maravilloso. Así nos creó la naturaleza para que entendamos que la riqueza de opiniones y de mentes diversas, empodera a todos. Si supiéramos cómo integrar correctamente la miríada de piezas de las ruedas dentadas humanas, veríamos que todas son indispensables para el mecanismo sincronizado y bien engrasado llamado, creación.
Pero, ¿por qué, a lo largo de los años, nos volvimos cada vez más reticentes a vernos a los ojos y comunicarnos y conectarnos adecuadamente? La razón está ligada al ego en constante crecimiento que la naturaleza desarrolla en nosotros: nuestro impulso insaciable de satisfacer nuestros propios deseos en detrimento de los demás. Mientras más crece el ego, menos tranquilos estamos. La saña, la intolerancia y el rechazo mutuo son estados que la naturaleza nos obliga a sentir para que podamos reconocer nuestro enfoque humano egoísta, como la causa de la turbulencia en nuestra vida y al llegar a un callejón sin salida en nuestra capacidad para llevarnos bien con otros, desarrollemos un nuevo deseo sincero de elevarnos por encima del ego.
El proceso evolutivo lleva a la humanidad, de niveles más profundos de conflicto, a estados superiores de equilibrio y cooperación.
La sociedad humana está llegando a un punto en el que la polarización social extrema, resultará inevitablemente en un nivel superior de organización social. No hay escape, debemos aprender a unirnos por encima de opuestos, no eliminándolos, sino equilibrándolos para crear una comprensión superior.
Por eso, para evitar una catástrofe social, tendremos que fomentar una nueva mentalidad y establecer un modelo totalmente nuevo de orden sociopolítico, uno que pueda acomodar opiniones opuestas para lograr estabilidad social, en lugar de perpetuar y profundizar la división social.
En la naturaleza, el impulso fundamental que opera dentro de todos los organismos vivos es lograr coexistencia e interacción entre fuerzas opuestas, crear mayor nivel de prosperidad y orden. La evolución une a los opuestos en un equilibrio dinámico. Conocer cómo funciona este principio del sistema interno de la naturaleza, la fuerza que opera y controla todo en la realidad, es nuestro única ancla en este mundo cambiante.
Acercar a gente con diferentes puntos de vista para alcanzar nuevos niveles de comprensión mutua debería ser el objetivo final de la sociedad actual. Cuando esto suceda, nuestras diferencias se mantendrán, pero de forma complementaria y para beneficio colectivo. Así habrá real tolerancia, entendida como comprensión, aceptación y hermandad. Como escribió el cabalista Rav Yehuda Ashlag (Baal HaSulam) en su ensayo La libertad:
Cada individuo debe mantener íntegra su herencia y la contradicción y oposición entre todos permanecerá para siempre, para asegurar la crítica y el progreso de la sabiduría, que es la mayor ventaja de la humanidad.
Deja una respuesta