La naturaleza tiene un gran sentido de humor: justo cuando la humanidad comenzó a circular una vacuna, generó dos nuevas cepas de coronavirus, una en el Reino Unido y otra en Sudáfrica. Ambas cepas se propagan rápidamente y los médicos aún no están seguros de si las vacunas son efectivas contra ellas.
Pero, ¿qué podemos esperar? Desde el comienzo de la pandemia, advertí que la COVID-19 no es el problema; es un síntoma de un problema mucho más profundo que se deriva de las malas relaciones humanas. Cuando luchas contra el síntoma, no es de extrañar que el patógeno te siga golpeando. La estrategia actual es tan inteligente como tener una tubería rota y tratar de sellar el agua en lugar de cerrar el grifo.
La naturaleza seguirá golpeándonos una y otra vez, hasta que nos demos cuenta de que los virus, las erupciones volcánicas, las guerras, la destrucción y los incendios forestales no son el problema real, sino que la humanidad, somos el único problema del mundo. Cuando nos preguntemos cómo corregirnos y no cómo corregir todo lo demás, comenzaremos a ver algunos resultados positivos de nuestros esfuerzos.
La causa raíz detrás de nuestros desastres, traumas y de cualquier otra aflicción concebible es nuestro ego. Es lo que está destruyendo al mundo en el que vivimos, incluidos nosotros mismos. Siempre que nos dicen que nuestro ego es el problema, lo negamos furiosamente, pero esto no lo hace menos cierto. Lo negamos porque el ego no quiere enfrentar la verdad de que es el problema. Pero mientras no lo hagamos, los problemas empeorarán.
Y aquí viene otro problema: el mundo no sabrá cómo superar su ego hasta que el pueblo de Israel muestre el camino. Actualmente, los judíos estamos mostrando exactamente lo contrario; peleamos entre nosotros y no mostramos más que división. Cuando los antisemitas nos culpan por causar todos los problemas, no puedo evitar estar de acuerdo con ellos.
Cuando nos convertimos en nación acordamos unirnos «como un hombre con un corazón» y se nos asignó ser, «luz para las naciones». Sólo damos la oscuridad de la división y la separación, en lugar de lo contrario, como estábamos destinados a hacerlo.
Puede que no se den cuenta, pero los antisemitas no nos odian por la forma en la que los tratamos; nos odian por la forma en la que nos tratamos nosotros. Cuando proyectamos el odio que sentimos por otros, se extiende por el mundo y hace que la gente se odie y se agreda.
Cuando los rivales se vuelven contra los judíos, no es porque busquen un chivo expiatorio, aunque el chivo expiatorio puede tener algo que ver; es principalmente porque en realidad sienten que están en guerra por nuestra culpa, aunque no pueden decir cómo lo saben. Sin embargo, su intuición es correcta: si estuviéramos unidos en lugar de divididos, habríamos proyectado unidad en lugar de división y el resto del mundo tendría paz.
Si la humanidad no está en paz, cuando las naciones luchan por la superioridad, usan todos los medios a su alcance para lograrla. En el proceso, explotan gente, recursos naturales, contaminan la Tierra y la agotan, como si no hubiera un mañana. Pero en realidad, están destruyendo nuestro futuro.
Ya llegamos al futuro; llegamos al punto en el que la explotación de la humanidad es tan onerosa que la naturaleza ya no puede soportarla. Ahora nos empuja hacia atrás y no se detendrá hasta que cambiemos. Mientras más presionamos a la naturaleza, más duramente nos rechazará y la gente común sufrirá las consecuencias.
Sin embargo, si el pueblo de Israel entiende su misión, si cambia el curso, de burla a cohesión, el mundo cambiará su curso junto con Israel. Cuando suceda, no necesitaremos vacunas; nuestras propias relaciones nos protegerán del daño y no sólo de los virus, sino de todas las desgracias que son causadas por nuestra desunión.
Llegamos a un punto en el que podemos ver muy claro que el nivel de desunión en Israel y posteriormente en la humanidad, afecta la intensidad y frecuencia de los desastres en el mundo. Sólo queda seguir señalándolo, hasta que el mundo se convenza y estemos dispuestos a luchar contra el ego que nos separa y nos mata.
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