En la actualidad, todos los conflictos internacionales demuestran el mismo punto: la agresión no paga. Somos tan dependientes unos de otros, que no hay forma de inclinar la balanza en un lugar sin inclinarla en todo el sistema, es decir, en todo el mundo. Los años por venir demostrarán dos verdades: 1) No nos soportamos, no nos preocupamos, ni un poco, por los demás y 2) No podemos vivir sin ayuda de los demás. La colisión entre estas situaciones contradictorias nos hará entender que somos como las ruedas de una máquina. Todas giran en diferente dirección, pero sólo cuando giran todas, en la dirección en la que se supone que deben girar, la máquina funciona correctamente. Si una sola rueda cambia de dirección, la máquina deja de funcionar.
Cuando lo entendamos, comprenderemos que no hay más remedio que llevar la lucha a nuestro interior. Tendremos que luchar contra nuestro odio hacia los demás, en lugar de luchar unos contra otros por el odio mutuo.
Tendremos que ver que, precisamente, nuestras diferencias son las que nos permiten obtener lo que necesitamos de los demás, en lugar de tener que hacerlo nosotros mismos. Todos los beneficios que ofrece la civilización moderna: progreso, aumento del nivel de vida, mejora en salud, nutrición, educación, transporte, comunicación y oportunidades profesionales, se logran gracias a que hay diferentes personas con diferentes habilidades y diferentes campos de interés, todos contribuyen con su parte, al sistema global en que este mundo se convirtió.
La diferencia entre la civilización moderna y los antiguos hombres de las cavernas es que hay mayor cooperación y colaboración. Si todos fuéramos iguales e hiciéramos lo mismo, estaríamos más atrasados que nuestros antepasados más antiguos, los que acababan de bajar de los árboles y encontraban una pareja con la que vivir en una cueva, para, mutuamente, protegerse de los depredadores.
Aunque lo intentemos, no podemos detener el avance de la evolución que nos lleva a una mayor cooperación. Así como los organismos evolucionan, aumentando su dependencia mutua y la complejidad de sus conexiones, la humanidad evoluciona aumentando su conexión, su comunicación y la complejidad de nuestros sistemas. La única razón por la que los organismos naturales triunfan y la sociedad humana está fallando, es porque nos resistimos a la diversidad y a sus beneficios, mientras que la naturaleza los abraza.
Si fuéramos conscientes de que, el único freno para cosechar los beneficios de la diversidad es nuestro excesivo individualismo y narcisismo, quizás dejaríamos de luchar contra los demás y comenzaríamos a luchar contra el elemento que nos enfrenta a unos contra otros: nuestro propio ego. Estoy convencido de que si entendiéramos que nuestro verdadero enemigo no está fuera de nosotros, sino que está dentro de nosotros, el mundo mejorará drásticamente y cosecharíamos beneficios que ni siquiera podemos imaginar.
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