Sucedió desde la época de Aristóteles y Platón, que advirtieron que, en ninguna circunstancia, debería caer la ciencia en manos de ignorantes, pues harían mal uso de ella y la venderían a los ricos.
Como resultado, tenemos un progreso tecnológico que superó al progreso espiritual. Y este último es indispensable para lograr armonía, equilibrio y felicidad en la vida.
La búsqueda de la ciencia debe hacerse hasta después de que se desee comprender el significado de la vida y los asuntos elevados más allá de las fronteras de este mundo. Es decir, la ciencia debería desarrollarse, sólo para que nos ayude a ser positivos y a elevarnos por encima de nuestro mundo. Nadie debería dedicarse a la ciencia con malas intenciones.
En este caso ¿qué es exactamente una mala intención? Es algo más que la simple intención directa de dañar a otros. Usar la ciencia con malas intenciones es buscar el desarrollo científico dentro de los límites de nuestro mundo, en otras palabras, usar la ciencia para desarrollar tecnologías e inventos externos, en lugar de usarla para el desarrollo interno del hombre.
En consecuencia, cualquier invento que desarrollemos más allá de nuestras necesidades, cae dentro de la categoría de “malo”. Es decir, se convierte en parte integral del camino evolutivo externo de la humanidad que, en última instancia, conduce a un sufrimiento cada vez mayor. Históricamente, ese cambio del desarrollo interno al externo, tuvo lugar hace 3,000 años.
Eso también plantea la pregunta: ¿Había otra opción para la evolución humana o fue absolutamente necesario pasar por el desarrollo que percibimos?
De hecho, esta pregunta es muy difícil, porque para comprender su respuesta debes vivir simultáneamente en dos mundos: este mundo y el mundo espiritual. Por un lado, la naturaleza impulsa nuestra evolución según su propio programa, por otro lado, se nos dio libre albedrío para elevarnos por encima de este mundo y alcanzar el mundo espiritual. Sólo así podremos procesar información contradictoria y opuesta y, sentir que es complementaria. Así, con esa imagen integral, podremos entender exactamente por qué recorrimos el camino evolutivo que tomamos y también, a dónde nos lleva en el futuro.
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