Desde el punto de vista de Trump, la histórica Cumbre en Singapur puede convertirlo en un candidato principal al premio Nobel de la Paz. La reconciliación de Corea del Norte, que lleva a la desmantelación de sus armas nucleares, es un claro beneficio para él y para los Estados Unidos. Si realmente lo logra, hará la historia que sus precedentes sólo pudieron soñar.
Trump salta de Cumbre en Cumbre. De la Cumbre de los G7 en Canadá a la Cumbre del siglo en Singapur. El espíritu trumpista va tras él. Así como rompió las reglas en el más importante encuentro de la organización de los países industrializados y se negó a firmar la declaración G7 para mantener un comercio justo con el argumento de que los Estados Unidos están siendo abusados; así llegó al encuentro con el gobernante de Corea del Norte, determinando en su estilo agudo e intransigente cuál era el mejor acuerdo a lograr. El hombre de negocios, Trump, llegó muy seguro de sí mismo, y como dijo sobre su contraparte, Kim: “en tan solo un minuto sabré si es serio”.
En estos precisos momentos nadie tiene bien claro cómo se implementará este acuerdo, pero de algo podemos estar seguros: Trump arrastrará a Kim y su potencia norcoreana hacia su enfoque práctico y empresarial de canje. El pueblo se alegrará de renunciar al asunto de las armas y a cambio, optarán por dedicarse a la prosperidad económica, de modo que la presión para inducir al líder de Corea del Norte ya está presente. Es más, en su modo perspicaz, Trump forzará a los países de Asia y Europa a preparar un cheque a Kim cuando éste acceda a desmantelar sus armas.
No en vano Trump se convirtió en un héroe mundial. Él representa una posición contraria al enfoque que dicta el orden político y económico en el mundo. Basta con mirar la imagen de la última Cumbre en Canadá en que ahorró miles de palabras y marcó las complejas relaciones entre el enfoque empresarial-práctico-terco de Trump y la comunidad internacional. Su esclarecido enfoque ajusta de nuevo las relaciones de canje racionales: ahora cada país entiende claramente qué se merece recibir y qué debe dar a cambio.
Muchos analistas sostendrán que Trump siembra mucha tensión además de conflictos entre los países, pero de hecho está entorpeciendo el camino de muchos actores internacionales y no les permite agravar la falta de estabilidad global ostentado un formato artificial de unión global, despojando al público de su dinero. Sus pasos están descosiendo conexiones internacionales o evitando que éstas se refuercen, y la idea natural es mantener la ventaja competitiva de los Estados Unidos. A su manera, está conduciendo al mundo a un proceso de reajuste, sacudiendo ideologías vanas que se adhirieron a la sociedad y a la economía mundial durante años, y también a la cultura de lo “políticamente correcto” que distorsiona la realidad.
El presidente americano no está necesariamente consciente del potencial de la compleja reacción en cadena que está destapando. Tampoco comprende el tamaño del punto de inflexión en la humanidad y mucho menos su función en el mismo. La verdad es que tampoco nosotros podemos apreciar la extensión del cambio al que estamos entrando. Día a día el mundo marcha hacia una conexión global e integral estrecha y en la medida que esta verdad se vaya revelando, la mentira egoísta será más predominante a la vista de todos. Está más claro que la sociedad humana necesita una base nueva de comunicación entre los hombres y los países, un reinicio del programa existente. Y Trump es el hombre que presiona con firmeza el botón de encendido.
(Fotografía: Reuters)