Entiendiendo el lenguaje de la naturaleza

¿Qué pasaría si llegamos a un planeta extraño, donde no conocemos el idioma de las criaturas locales ni entendemos sus gestos ni su cultura? No importa las pifias vergonzosas que haríamos; el verdadero problema sería cometer errores que nos pongan a nosotros y a los demás en peligro real.

Esto no es una cuestión teórica; es nuestra vida diaria. Somos extraterrestres en el planeta que consideramos nuestro hogar. No entendemos su lenguaje ni sus gestos ni su cultura. Por eso, los errores que cometemos son tan peligrosos para nosotros, para los demás y para el resto de los habitantes de la Tierra.

Peor aún, no sabemos que somos extraterrestres. Creemos que somos nativos cuando en realidad acabamos de llegar aquí, en los últimos miles de años. En tiempos prehistóricos, los homínidos (miembros de la familia homínida (grandes simios), incluidos los humanos) eran parte integral de los sistemas naturales que habitaban. Eran esencialmente otra especie en el tejido del ecosistema.

A medida que evolucionamos, desarrollamos tecnología, industria y economía para cultivar la tierra, nos volvimos cada vez más dominantes. Finalmente nos convertimos en «gobernantes» de la Tierra, al menos eso creemos. Vivimos como si fuéramos los dueños del planeta. Casualmente, arrasamos bosques, extinguimos especies animales indiscriminadamente, establecemos gobiernos y regímenes basados en ideologías que inventan nuestras mentes narcisistas y cometemos genocidios como medio para implementarlos. Nos burlamos, aborrecemos, denigramos y demonizamos a cualquiera que no piense como nosotros y en nombre de la justicia y de la libertad, los encerramos y los matamos.

Nosotros, los huéspedes más recientes que la Tierra recibió en su superficie, sin pedir permiso, sin ninguna consideración y sin remordimiento, convertimos la residencia de nuestro anfitrión en un basurero gigante. De hecho, incluso si quisiéramos pedir la aprobación de nuestro anfitrión, no podríamos hacerlo, pues nunca nos molestamos en aprender a comunicarnos en el lenguaje de la naturaleza.

Y aún, tenemos el descaro de quejarnos cuando la Tierra nos envía incendios, inundaciones y terremotos, para protegerse de nuestra presencia tóxica. De hecho, la audacia del hombre es desenfrenada e inagotable. Las catástrofes naturales que hemos presenciado este verano no son síntomas de la enfermedad de la Tierra; son su esfuerzo por limpiarse del parásito humano, para que pueda sanar.

La cultura de la naturaleza es equilibrio. Todo es necesario y todo tiene su contrario. Invierno y verano, huevo y flujo, trópicos y desiertos e incluso, vida y muerte, son contrapartes complementarias. Juntos, crean el equilibrio dinámico de la naturaleza, que permite que todo evolucione y decaiga en el momento y al ritmo adecuado.

El lenguaje de la naturaleza es el lenguaje de responsabilidad mutua. Todas las creaciones se necesitan unas a otras, dependen de la prosperidad de las demás y no toman más de lo que realmente necesitan. Así, todos ayudan a sustentar a todos los demás y l ecosistema global del planeta prospera.

Cuando la naturaleza nos indica su desaprobación, utiliza “mensajeros” como clima extremo, terremotos y otros desastres naturales de excesiva intensidad. Cuando no la entendemos, se vuelve más contundente. Si aún así somos distraídos, se vuelve violenta. Y si seguimos sin prestar atención, destruye lo que le hace daño.

En estos días, la naturaleza nos está indicando que no somos bienvenidos en este planeta. Si no aprendemos pronto el lenguaje de consideración y equilibrio de la naturaleza, nos quitará la vida que nos dio. Finalmente, todos somos creación de la naturaleza y no al revés.