En la mañana del 4 de noviembre, algunos sonreirán y otros llorarán. Con suerte, las secuelas de las elecciones no serán tan polémicas como lo han sido los meses previos y el presidente podrá hacer su trabajo en una atmósfera más constructiva que en los últimos cuatro años. No tengo esperanzas, pero quizás el desafío futuro convenza a las partes de cooperar. Y ese desafío es el coronavirus. Quien ocupe la Casa Blanca después de la investidura de enero, tendrá una tarea imposible en sus manos. Tendrá que lidiar con un pueblo exhausto, un sistema de salud al borde del colapso y lo peor de todo, desesperanza generalizada ante la ausencia de una vacuna para Covid-19. Y cuando la medicina falla, no hay en quién confiar, excepto en nosotros mismos.
Las tensiones y el odio en la sociedad de EUA siempre han estado ahí, pero parece que nunca estuvieron tan expuestas como lo están hoy. Por muy aterradores que sean, manifestarlos es el primer paso hacia la corrección. Así como debemos diagnosticar una enfermedad antes de poder tratarla, el odio debe ser expuesto y reconocido antes de que podamos corregirlo. Pero, aunque la exposición ocurre de manera espontánea, superarla requiere un esfuerzo consciente. Si la gente decide superar sus sentimientos negativos y generalizados y unirse, la sociedad superará todo, incluido el virus y mostrará al mundo, cómo derrotarlo. Si no logra unirse, las consecuencias serán horrendas.
Lo primero que se debe entender en el proceso de curación, es que no hay elementos superfluos en la sociedad. Cada parte tiene su función, incluso si pareciera que no hace más que daño. El truco es relacionarse con cada parte de la sociedad, no como un competidor por territorio, poder o riqueza, sino como un elemento complementario sin el cual EUA no puede ser el país poderoso que es.
Piensa en el cuerpo humano. Dentro del cuerpo, cada órgano funciona de manera muy diferente, a menudo contradictoria, pero se nutre de la misma fuente de energía y alimento, a saber, oxígeno y azúcares. Si los órganos compitieran por el suministro de estos elementos esenciales, moriríamos junto con los órganos que supuestamente «ganaron».
Esto, por cierto, es lo que pasa con el cáncer. Hay muchos tumores que no son mortales, porque no «secuestran» los vasos sanguíneos y no agotan el alimento ni la energía de los órganos vecinos. Estos bultos pueden permanecer en nuestro cuerpo durante años sin causar ningún daño grave. Pero cuando un tumor comienza a «arrebatar» los vasos sanguíneos y agota los órganos vecinos, cuando comienza a extenderse y a “tomar el control», ese comportamiento «egoísta» lo convierte, de un crecimiento benigno, a un tumor maligno y tenemos que sacarlo o nos matará.
Por eso, la difícil situación de la sociedad, no es su diversidad, en realidad, esa es la fuente de su vitalidad y fuerza. La difícil situación de la sociedad es la actitud egocéntrica de la gente; todos sienten que tienen más derechos que los demás, en lugar de ver a la sociedad como un sistema en el que todos son vitales.
Y lo que es cierto para EUA es cierto para el mundo. Los países están agotando los recursos de la Tierra y luchando por el dominio y con el mismo enfoque que está destruyendo a la sociedad estadounidense. En el caso del mundo, la situación es aún peor. Hoy, estamos en un punto en el que, si no revertimos el rumbo, nos destruimos unos a otros. La elección es simple: conexión mundial o guerra mundial.
En el mundo globalizado de hoy, ningún país puede confiar en sí mismo. La autosuficiencia es una fantasía poco práctica. Dado que cada país depende de otros, tiene mucho sentido cooperar, como el ejemplo de los órganos en un cuerpo sano. Sin este enfoque, los países recurrirán a sus antiguas políticas egocéntricas que resultarán en destrucción mutua. De hecho, estamos entrando en una fase dramática en la historia de la humanidad, donde la unidad o la destrucción serán nuestra única opción.
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