Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Es tiempo para el poder de la mujer

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La realidad está formada por dos fuerzas: femenina y masculina. La interacción complementaria y equilibrada entre ellas ha creado todo lo que vemos a nuestro alrededor, el universo entero. Pero la humanidad es diferente. En nosotros, la fuerza masculina ha sido dominante durante milenios y los sombríos resultados son patentes. La fuerza femenina, la que crea vida y la nutre, ha estado ausente de la sociedad humana hasta hace sólo unas pocas décadas.

Pero las cosas están cambiando. En sólo unas pocas decenas de años, la mujer pasó de prácticamente no tener ningún impacto en la sociedad, a ocupar puestos de jefa de estado, jefa de instituciones monetarias prominentes, como el Fondo Monetario Internacional y la Reserva Federal de los Estados Unidos, y otras posiciones destacadas.

No es casualidad. Así como en la naturaleza, las fuerzas masculina y femenina son igualmente poderosas, pero manifiestamente diferentes y cada una aporta su propia parte vital al conjunto, la sociedad humana ahora debe aprender a incorporar a la mujer en la sociedad de manera positiva y constructiva. Hasta ahora, las mujeres que han ocupado puestos directivos lo han hecho, en muchos casos, adoptando actitudes masculinas. Y esto es contraproducente, porque es precisamente la cualidad femenina la que protege y cuida lo que necesitamos.

La sociedad aún está en el proceso de aprendizaje; aún tenemos que descubrir qué significa agregar el elemento femenino a la vida pública.

Es decir, ya tenemos un ejemplo: nuestra propia familia. En la familia, tradicionalmente el hombre es considerado, jefe de la familia, pero todos los hombres casados confiesan que el verdadero jefe de la familia es la mujer. Pues la mujer tiene la habilidad natural para ver a la familia como una unidad y puede hacer múltiples tareas mucho mejor que cualquier hombre, prioriza correctamente lo que debe hacerse y cuándo.

Igual que en el hogar, en los negocios y en la vida pública, la capacidad inherente de la mujer debe recibir el debido respeto. La situación es mucho mejor hoy que hace varias décadas, pero aún hay mucho margen de mejora. Todavía tenemos que aprender a darle a la mujer el lugar que le corresponde en el liderazgo, sin obligarla a conducirse como hombre (pues justamente así, perdemos la cualidad que sólo ella puede aportar) y sin intimidar al hombre con su presencia en el liderazgo, pues la cualidad masculina también es requerida. Sólo cuando los dos trabajan juntos y en armonía, puede haber prosperidad duradera.

De hecho, el mundo avanza hacia una era en la que cada vez más mujeres tomarán roles de liderazgo y la humanidad ganará. Sin embargo, como en todo, debemos hacer una transición adecuada y ver que estamos ganando cualidades femeninas sin perder las masculinas, de modo que juntas, construyan un mundo familiar para la humanidad y para la vida.

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