Las mujeres de Israel podrían tener que dar a luz sin la fiable inyección epidural, que alivia su dolor. La asociación de anestesistas de Israel advierte que «a partir de noviembre, habrá una grave escasez de kits de epidural para aliviar el dolor de las mujeres que dan a luz», explica que «es parte de la escasez mundial, por el problemas de suministro en la empresa Portex de EUA, que fabrica un componente clave de la gran mayoría de los kits».
La anestesia epidural no es un lujo del que podamos prescindir. Se ha convertido en un componente clave, no sólo al dar a luz, sino en muchos procedimientos quirúrgicos.
Así como el aumento del precio del trigo por la guerra de Ucrania y el aumento de la energía, por el cierre de los gasoductos a Europa por parte de Rusia, la escasez de epidural es un recordatorio (literalmente) doloroso de nuestra interdependencia. Mientras más egoístas nos volvamos -como individuos y como naciones- más dolorosa será la realidad que nos recuerde que el ego juega en nuestra contra.
Como ocurre con todas las carencias mundiales, no hay una verdadera falta de epidural. Pero cuando cada país piensa sólo en sí mismo y acumula suministros, hay escasez de material y se interrumpe la cadena de suministro. Como resultado, todos sufren, incluidos los países que acopian.
Como a niños testarudos que se niegan a aprender, la realidad nos enseña por las malas lo que debemos aprender. Los dolores de parto que las mujeres podrían sufrir no son por falta de anestesia epidural, sino por falta de preocupación mutua, por falta de empatía. Mientras más nos duela la lección, más rápido aprenderemos. Mientras más rebeldes seamos, más dolorosas serán las lecciones de la realidad.
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