Las vacaciones son el tiempo idóneo para mejorar nuestras relaciones
Las vacaciones escolares son una de las épocas más desafiantes del año, especialmente para los padres. Es así porque estos generalmente continúan trabajando normalmente sin dejar de planear y ejecutar una serie continua de actividades enriquecedoras para los niños, que les provoquen una verdadera sensación de diversión, tiempo de calidad con la familia y su entorno social, además de un marco estable que no les permita hundirse en las pantallas.
¿Cómo se logra esto? El enfoque está en mantener un marco o agenda definidos. Es importante hacer una distinción entre vacaciones escolares y la oportunidad de oro que se abre frente a nosotros de crear un marco que ponga énfasis en generar buenas relaciones y conexión con la gente que nos rodea. Naturalmente vemos más peleas entre los niños durante las vacaciones, porque el aburrimiento aunado a las temperaturas en alza, sin mencionar la impaciencia de los adultos, crean las condiciones “ideales” para “manejar” las frustraciones crecientes.
Lo que sí puede ayudar a solucionar el problema, o por lo menos aliviar la presión, es justamente una buena preparación por parte de los padres que incluya por un lado la creación de una buena agenda de actividades como juegos, talleres familiares y recreaciones, y por el otro, una lista de tareas que incluya ayuda en la casa, quitar la mesa, ordenar la sala de estar y demás.
Todo esto tendrá un buen efecto si lo relacionamos con una meta común, como por ejemplo: ¿cómo mejorar nuestras relaciones? Esta meta común servirá como una base para la generación de distintos discernimientos importantes para el comportamiento adecuado de los niños en el futuro, como adultos, en su vida personal y como miembros en una sociedad corregida, partiendo de la premisa de que cada persona es tan importante para el funcionamiento sano del sistema como todas las demás y por lo tanto, siempre se emplean los principios de la ayuda mutua y la cooperación. Obviamente, es aconsejable acompañar el comportamiento de los niños con mucho cuidado y atención y la correcta dirección para solucionar conflictos, compartir emociones y crear un diálogo sano entre todos nosotros.
Prestar atención a la atmósfera que creamos
Démosles entonces a nuestros niños todo lo que les gusta, ya sea el mar, una dulce sandía, shows y fútbol, pero sin olvidarnos de que la atmósfera general es lo que dictamina todo. El ejemplo que les damos a los niños respecto a nuestra actitud hacia la vida es lo que prevalece y lo que deja las mayores impresiones en ellos. Cuanto más logremos mantenernos en buen humor, en proveer un trato considerado a nuestro entorno y en crear una sensación de colaboración entre todos nosotros, mayor es la probabilidad de que los niños atesoren estos momentos en sus corazones para toda la vida.
De este modo, nosotros servimos como maestros, educadores, instructores y demás. Hagamos que ellos se sientan orgullosos de nosotros. Aunque no lo expresen verbalmente, los niños saben apreciar a los padres que les dedican mucha atención, que los entienden profundamente y que saben lo que tienen que hacer para mejorar las relaciones familiares.
Yo estoy convencido de que si todos nosotros hacemos un esfuerzo en la dirección correcta, lograremos ver cómo toda esta dura realidad de este último año -con tanta violencia, drogadicción y violaciones- se transformará completamente ante nuestros ojos. Nosotros somos quienes tenemos la capacidad de abrir las puertas a nuestros hijos a un nivel superior de relaciones. Este es el secreto para hacerlos felices. Los resultados de nuestra inversión afectarán positivamente la atmósfera familiar, comunitaria e incluso a nivel estatal y mundial sentiremos un cambio positivo. Nuestros niños serán el conducto para el nacimiento de un mundo nuevo.
Estar de vacaciones todo el año
Hemos llegado finalmente a nuestro destino, al borde de las vacaciones que tanto hemos soñado. Listos para relajarnos de todas las presiones, refrescarnos en el mar y en la piscina, dormir en una cama placentera, comer en un buen restaurante, deleitarnos con un buen masaje relajante, cerrar los ojos y no pensar en nada. Simplemente, descansar y disfrutar.
Ahora bien, estas sensaciones de felicidad y tranquilidad no deben ser exclusivas de las vacaciones. Estas pueden extenderse a la vida cotidiana y acompañarnos en nuestra exigente rutina si logramos mantener nuestra actitud correcta hacia nuestro entorno, tal como hicimos durante las vacaciones.
Vacaciones gratificantes
La felicidad que nos envuelve cuando estamos de vacaciones se debe también al cambio en la rutina de la vida. De un día para otro, dejamos de lado la competición, el clima apremiante en el trabajo y las presiones agobiantes de la vida familiar para sumergirnos, aunque sea por un breve tiempo, en una especie de juego de unificación social. Nuestro mundo entonces se reduce a una pequeña burbuja de positivismo en la que el clima general, aunque sea temporalmente, nos compele a tratar bien a todos los que nos rodean. Esta clase de ambiente deja en nosotros una impresión tan fuerte y positiva que nos lleva a la inevitable interrogante: ¿cómo conservar esta sensación tan dulce y deleitosa en nuestra vida cotidiana?
La respuesta se encuentra en el mismo medio que creó la sensación inicial, es decir, en nuestro entorno. En otras palabras, las vacaciones, en realidad, no dependen del calendario ni de fechas especiales sino, de la relación que tenemos con nuestra realidad, es decir, la forma en que percibimos la realidad, reaccionamos a ella y actuamos en ella es lo que dictará que nos sintamos más como si estuviéramos de vacaciones que en la rutina cotidiana.
En conclusión, mientras podamos encontrarnos en un entorno positivo que nos apoye y nos dé aliento de modo que el ego se mantenga bajo control, sin saltar ni sentir la necesidad de dominarnos hasta el punto de vernos forzados a tratar mal a la gente como si no hubiera consecuencias, empezaremos a sentir en nuestra vida cotidiana más días de “vacaciones”.