El amor incondicional puede existir en la pareja si ambos trabajan y lo alcanzan.
El amor tiene su base en concesiones mutuas, en ceder y en encontrar alegría al hacerlo. Cuando amamos a nuestra pareja, no exigimos ninguna atención o cuidado especial. Disfrutamos del placer que recibimos al sacrificarnos por su bien.
Ese placer es similar al sentimiento de satisfacción, cuando damos algo a los hijos. Aunque nuestros hijos están naturalmente más cerca de nosotros, los sentimos como parte nuestra. Con la pareja, en cambio, estamos separados en nuestros deseos y opiniones, pero si corregimos nuestro amor, podremos salvar esa separación.
Por naturaleza, nos centramos en nuestros propios deseos, sin tener en cuenta los del otro. En otras palabras, le damos a nuestros deseos más importancia, que a los deseos de la pareja. Para cambiar de este estado egoísta, dado por la naturaleza, a un estado de amor, necesitamos fusionar nuestros deseos para que se adhieran como uno sólo. En la sabiduría de la Cábala, esta condición para alcanzar el amor, se describe con la frase: «Haz que tu deseo sea como el Suyo, para que Él haga Su deseo como el tuyo». Ese amor habla del amor que logramos entre la creación -que es el deseo de disfrutar- y el Creador -la fuerza fuente de amor, otorgamiento y conexión. Al unir nuestros deseos en un solo deseo, cuando priorizamos satisfacer los deseos de otros, por encima de los nuestros, alcanzamos el estado que Cabalá describe como «hombre y mujer, la Divinidad entre ellos». Es decir, requerimos la fuerza del amor en nuestras conexiones, para que verdaderamente podamos amar a los demás, desear su beneficio sin desear recibir nada a cambio.
Para lograr ese amor se requiere una educación que enriquezca las conexiones. Es decir, necesitamos estar bajo la influencia de aprendizaje, orientación, ejercicios e influencia social, cultural y mediática, que describa la naturaleza y la necesidad e importancia de alcanzar el estado de amor.
Tenemos que comprender que, usar a nuestros seres queridos y a nuestras familias, para beneficio propio, en última instancia, no produce ni alegría ni amor. La única forma de encontrar plenitud verdadera y duradera es aprender a amar correctamente, dar prioridad al beneficio de los demás sobre el propio y estar dispuestos a renunciar a nuestro placer para satisfacer a los demás.
Podemos alegrar a los demás y a nosotros mismos dando sin cesar. Este modus operandi altruista, actuará como fuente de placer eterno. Es decir, al buscar satisfacer a los demás, entramos en un ciclo que vuelve a nosotros positivamente, con sentimientos de amor y vida absolutos y eternos. En lugar de intentar consumirlo todo, con nuestro amor, podemos dar vida a los que nos rodean. Esto nos permitiría ascender a una dimensión superior, donde tendremos el Cielo en la Tierra, es decir, vida eterna y perfecta.
En cuanto a nuestra pareja, debemos dejar de centrarnos en la búsqueda del amor para centrarnos en su construcción. Debemos dejar de esperar que la gente actúe de forma extraordinaria con nosotros, en su lugar, encontrar pareja que comparta un objetivo común y que comprenda lo que es el amor verdadero. Así, junto con nuestra pareja, podremos entrar en el proceso de aprender y ejercitar el amor verdadero.
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