BlackRock es el mayor gestor de activos del mundo, supervisa 10 billones de dólares. El pasado jueves, Larry Fink, su fundador y consejero delegado, envió una carta a los accionistas en la que afirmaba que «la invasión rusa de Ucrania puso fin a la globalización que hemos vivido en las últimas tres décadas”. Fink no está solo. Howard Marks, inversor de Wall Street de Oaktree Capital, expresó preocupaciones similares en su propia carta a los accionistas. Escribió que los aspectos negativos de la globalización los exacerbó la guerra en Ucrania y «provocaron que el péndulo vuelva al abastecimiento local». No preveo que los países se desconecten unos de otros, pero definitivamente hay un cambio. Vamos hacia un mundo en el que las economías comparten y la gente se siente más como una sociedad global que como un conjunto de naciones. Vamos hacia la siguiente fase de globalización: la globalización 2.0, si se quiere.
Antes, la producción requería mano de obra. Cuando el costo de la mano de obra se hizo prohibitivo en occidente, las empresas buscaron mano de obra más barata en otros lugares y empezaron a trasladar las líneas de producción al extranjero. Al mismo tiempo, mejoró la comunicación, el transporte se hizo más asequible y los productos que antes se distribuían localmente, empezaron a encontrar mercados globales.
Hoy, hay menos necesidad de mano de obra, pues mucho se hace con robots y máquinas automatizadas. Los productos también son cada vez más compactos e incluso los servicios, como centros de llamadas, se subcontratan en otros países. La localidad, al parecer, perdió gran parte de su significado; importa menos dónde se produce algo y es menos un factor del precio. Está claro que muchos productos siguen dependiendo de la localidad, como minerales y combustibles, pero la tendencia es clarísima.
Mientras que la localidad perdió gran parte de su importancia, las conexiones entre países son imperativas para su supervivencia. La asfixia económica impuesta a Rusia con las sanciones por su invasión a Ucrania, le harán mucho daño. Así como la globalización sostiene a algunos países, especialmente a los que dependen en gran medida de la exportación o la importación, negarla puede destruir a un país al cortarle las provisiones y desconectarlo del sistema financiero mundial.
El único momento en el que desconectar un país es útil, es cuando se hace con el propósito de formar una conexión mejor y más correcta. Así como los padres, a veces mandan a sus hijos a cuartos separados, porque no pueden dejar de pelear, a veces los países necesitan hacer lo mismo.
La situación entre Rusia y Ucrania es un ejemplo. Los dos países comparten la misma cultura, sus lenguas son muy similares, se casan libremente e incluso sus fronteras fluctúan (y a veces se disputan). Pero, cuando no pueden llevarse bien y empiezan a pelear, deben separarse hasta que la tensión disminuya y puedan comunicarse de forma constructiva.
Actualmente, no parece posible, pero con su conflicto, la humanidad aprenderá a hacerlo. Aunque, es una vergüenza terrible que la gente y de hecho las naciones enteras, deban pagar tanto para aprender a comunicarse, debería ser obvio.
En las relaciones correctas, los participantes consideran las necesidades comunes antes que las propias. Es como si hubiera un gran cuenco en el centro del mundo y todos los países lo rodearan. Cada uno toma del cuenco y todos disfrutan del guiso.
Por un lado, los países hablan de sostenibilidad y de restricción de la producción, para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero. Por otro lado, los mismos países producen el doble de lo que consumen o exportan. El excedente ensucia el suelo, el aire y el agua de la Tierra, mientras que la gente que no puede permitirse comprar los productos pasa hambre por falta de los bienes no vendidos. Es injusto, imprudente e insostenible.
Globalización significa que nos convertimos en una sola sociedad. Es hora de que empecemos a actuar como tal. Es hora de hacer una planeación global, una producción global, un sistema de bienestar global que realmente funcione, un sistema de salud y una educación globales.
Si nos sintiéramos más como familia o al menos como país y menos como miembros de una banda que fue arrojada a una celda para luchar hasta la muerte, no necesitaríamos ejércitos. Los fondos que ahorraríamos, financiarían mucho más que las necesidades descritas antes. Hay abundancia de todo en el planeta Tierra. Lo único que falta son buenas conexiones.
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