El efecto dominó de los miles de incendios en el Amazonas puede percibirse en todos los continentes. Como si la humanidad necesitara un recordatorio de que vivimos en un mundo interconectado, integral y circular, la devastación sin precedentes de la selva tropical sudamericana ha generado protestas a nivel mundial. Existe una creciente presión internacional sobre Brasil para salvar la selva tropical más extensa de la Tierra, un área aproximadamente de la mitad del tamaño de los Estados Unidos, que produce el 20 por ciento del oxígeno de nuestro planeta. Pero restaurar los «pulmones» de nuestro planeta depende exclusivamente de la reparación de las relaciones de explotación y destrucción a nivel humano.
Ahora la atención se centra en los incendios amazónicos, supuestamente provocados por ganaderos y agricultores para despejar tierras para el cultivo y el ganado, pero es importante tener en cuenta que la crisis ambiental mundial nos exige adoptar una perspectiva más amplia. A pesar de que las impresionantes imágenes de los satélites muestran que cada minuto arde un área del tamaño de un campo de fútbol, no olvidemos que el efecto de los problemas ambientales del mundo –como el calentamiento global, la fusión de los glaciares, las altas temperaturas sin precedentes, la contaminación del aire y los océanos o la desaparición de la capa de ozono– no son menos temibles en consecuencias para la calidad de vida de las personas.
Abordar los desafíos climáticos requiere de una amplia perspectiva, porque todo el ecosistema es integral. Hay cuatro niveles en la naturaleza: inerte, vegetal, animal y humano. La crisis climática que actualmente nos afecta tiene su raíz en las interacciones humanas imperfectas y no en las acciones corporales de las personas. Es el resultado de nuestras relaciones rotas y nuestra falta de conexión interna. Como escribieron nuestros sabios: «El hombre es un mundo en pequeño; el mundo es un hombre en grande» (Avot de Rabí Natán, capítulo 31)
Si desarrollamos relaciones recíprocas positivas entre nosotros a nivel de pensamientos, actitudes y comportamientos, causaremos un efecto dominó tanto en la sociedad humana como en la naturaleza la cual, a su vez, responderá más afablemente. Pero si, por el contrario, nos relacionamos entre nosotros de forma negativa, buscando dañarnos y explotarnos mutuamente para el beneficio personal, entonces experimentamos reacciones negativas por parte de la naturaleza. Eso es lo que estamos experimentando actualmente en Brasil.
Lecciones de la naturaleza
Los incendios en el Amazonas le dan a la humanidad una lección esclarecedora sobre nuestras relaciones: por un lado, se revela cuán interdependientes somos y, por otro lado, vemos cómo nuestro ego hace que nos aprovechemos y que explotemos a los demás. La discordancia entre ambas cosas provoca que estalle una crisis en todas las áreas. Esta vez, el punto de atención es ecológico, concretamente los incendios en la Amazonía, pero se manifiesta en todos los niveles de la naturaleza.
Partiendo de esta lección, debemos tomar conciencia del cada vez más evidente sistema integral absoluto en el que vivimos. Asimismo, debemos aprender a estar en sintonía con las leyes de la naturaleza.
Una necesidad de verdadero liderazgo mundial
Mientras nuestra naturaleza egoísta siga siendo incontenible y desmedida, y mientras a ningún país realmente le preocupe el equilibrio ecológico global, sino solo el de su propio territorio, no hay razón para señalar con un dedo acusador al presidente brasileño Bolsonaro por rechazar la ayuda económica de los líderes del G7 en una iniciativa dirigida por Emmanuel Macron. Bolsonaro entiende muy bien que la motivación de Occidente para ofrecer ayuda proviene del deseo de explotar los recursos naturales de su país, tal como evidenciaron los líderes mundiales que han celebrado la conferencia tan solo para su autopromoción.
Mi recomendación al Presidente de Brasil es que debería exigir a los países ricos al menos $ 20 millones al mes por el oxígeno del mundo producido por los bosques tropicales brasileños. Por cierto, se trata una cifra ínfima: es tan solo la mitad del coste de la cumbre del G7 en Biarritz, sufragada por Francia con el dinero de sus contribuyentes. Aunque esta presión probablemente provocaría entre los líderes mundiales reacciones todavía más explosivas que la selva en llamas, también crearía conciencia sobre nuestra naturaleza humana y la necesidad de solidaridad mutua entre pueblos y países.
Incluso aplicando presión sobre los políticos, donando millones para detener la deforestación, reducimos el consumo de carne y detenemos las importaciones cárnicas desde Brasil, aun así tendríamos que curar no solo los amenazados pulmones del planeta, sino todo el organismo de la humanidad.
¿Cómo lograr la sanación más amplia posible de la humanidad? Activando la conexión entre humanos: promoviendo la educación y la concienciación de la necesidad de conectar en nuestros días. Así como el método para conseguirlo.
¿Por qué nos interesaría hacerlo? Porque vivimos bajo un mismo techo común: el mundo es nuestro hogar. Proteger y preservar nuestro futuro común depende de que entendamos que, estando divididos, fenecemos, pero estando unidos, florecemos. Y con nosotros toda la naturaleza que nos rodea.
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