«En el mapa mundial, Israel parece un punto pequeño e indefenso, en comparación con las superpotencias. Sin embargo, a lo largo de las generaciones, nuestros sabios han insistido en que ‘Todo depende de Israel'». Rabí David Solomon Eibenschutz, Sauces del arroyo, porción Lej Lejá
La interdependencia que se revela en este mundo global, refleja una red espiritual interna de comunicación, en la que Israel es la encrucijada central entre las naciones del mundo; es como centro de tránsito de poder positivo, desde la fuente más alta, hacia el mundo. Como escribió Rabash: “Por eso, se deduce que, en el trabajo, debemos interpretar lo que dice El Zóhar que, todas las naciones tienen un ministro sobre ellas, pero al pueblo de Israel, sólo el Creador lo gobierna”.1
La humanidad siente, aunque no con conciencia clara, que lograr una vida feliz está en manos de los judíos. Hay la expectativa inconsciente entre las naciones del mundo, de que los judíos se unirán, convertirán el mal en bien y el odio en amor, pasarán del rechazo a la cercanía, de la distancia a la conexión, pues de eso depende su bien y el nuestro.
Por eso Rav Kook escribió en el libro Ein Ayah: «Si Israel asciende, gracias a su verdadera y profunda cualidad interna … dará al mundo una forma nueva y corregida y no sólo Israel ascenderá, el mundo lo hará. … En ese momento iniciará una nueva era, que no admitirá la impureza del mal ni maldad ni rebelión. La ira y la tristeza no podrán reinar y la preocupación por el equilibrio del mundo será inconcebible».2
El nombre «Pueblo de Israel», representa la vocación de los judíos de servir al mundo, gracias a su conexión especial con la fuerza de la naturaleza que trae equilibrio y armonía. Como está escrito: “Israel, que significa Yashar-El [directo al Creador], implica que todo lo que se piensa está dirigido hacia el Creador, sin considerarse uno mismo en absoluto… Todo lo que se desea es tener los medios para otorgar al Creador y la alimentación que da a su cuerpo es sólo para tener la fuerza de trabajar para otorgar”.3
Nosotros, los judíos, llevamos dentro el gran secreto de la creación, el método para acercar a la gente, para lograr una conexión más profunda que culmine con la adhesión a la suprema fuerza de la naturaleza, la fuerza buena y amorosa, de la que hoy careced la humanidad.
La unidad no es sólo un rasgo que debemos preservar; es exactamente lo que debemos cultivar entre nosotros y legar a las naciones. No es casualidad que las naciones hayan adoptado como propio, el principio fundamental de la ley judía: «Lo que odias, no se lo hagas a los demás». Pero las naciones no sabrán cómo ponerlo en práctica, hasta que les mostremos el camino. Mientras más nos demoremos, más caerá el mundo en odio rabioso y nos castigará.
En el libro Maor Eynaim, hay una explicación elocuente del papel crucial del pueblo judío para traer paz y estabilidad al mundo:
«Nuestros sabios dijeron: ‘Ninguna calamidad viene al mundo si no es por Israel’ y ‘Ningún bien viene al mundo si no es por Israel.’ … La palabra ‘por’ indica un camino, una senda, que fue establecida como vía para la abundancia. Alternativamente, la corrupción del camino provoca juicios y calamidades, ya que no hay unidad». Y sigue: «Cuando Israel está separado de su raíz colectiva, que es Ein Sof (Infinito), el mundo y todos los seres creados también lo están, Dios no lo quiera, separados».4
Nos resulta difícil escuchar que todo depende de nosotros: nuestro bienestar y el del mundo. Es difícil entender la enormidad de nuestra misión y la responsabilidad que recae sobre nosotros. Sin embargo, debemos escuchar y actuar con toda prisa. El corazón de la nación judía está roto, completamente destrozado y arraigado en el ego. No hay otra opción que esforzarnos a cada momento para lograr nuestra conexión, hasta que nuestro corazón colectivo comience a despertar y a latir.
En palabras del Santo Shlah: «Israel es llamado ‘la Asamblea de Israel,’ porque, aunque abajo estén separados unos de otros, arriba, en la raíz de su alma, están unidos, congregados como parte del Señor. Las ramas [el pueblo de Israel] que desean retornar a su raíz, deben seguir el ejemplo de la raíz, es decir, unirse abajo. Cuando hay separación entre ellos, parece que causan separación y ruptura arriba; observa hasta dónde se extiende. Por eso, la casa de Israel debe buscar paz y ser una, en paz y unidad, sin falla, para asemejarse a su Creador [lograr equivalencia de forma con Él], porque el nombre del Señor es ‘Paz’».5
Cuando entendamos nuestra misión y nos unamos en amor, descubriremos que nuestro destino perpetuo, no tiene que ser estar sobre un polvorín. En cambio, nuestra unidad amorosa creará un jardín de paz a nuestro alrededor, donde podremos estar en calma.
«La construcción del mundo, que actualmente está colapsado por las terribles tormentas de una espada llena de sangre, requiere la construcción de la nación israelí. Construir la nación y revelar su espíritu, son una y la misma cosa y están unidas con la reconstrucción del mundo, que se encuentra derrumbado y espera una fuerza llena de unidad y sublimidad. Todo esto reside en el alma de la Asamblea de Israel». Rav Kook, Orot (Luces), capítulo 9, p. 16.
1) Rav Baruch Shalom HaLevi Ashlag (Rabach), “¿Qué significa ‘Alaben al Señor, todas las naciones’ en el trabajo?” Escritos de Rabash, artículo 25 (1990), vol. 4, (EUA: Laitman Kabbalah Publishers, 2018), 592.
2) Rav Avraham Itzhak HaCohen (Raaiah) Kook, Ein Ayah, Shabbat 2 (Jerusalén, 2000), 98-99.
3) Rav Baruch Shalom HaLevi Ashlag (Rabash), “Y sucederá cuando llegues a la tierra que el Señor tu Dios te da” Escritos de Rabash, artículo 18 (1984), vol. 2, (EUA: Laitman Kabbalah Publishers, 2018), 86.
4) Ibíd.
5) Rabino Isaiah HaLevi Horowitz (Santo Shlah), Masejet Sullah (Tratado Sucá), capítulo Torá, Luz, 13.
Basado en el libro, Auto odio judío: el enemigo interno – vista general del antisemitismo judío, del doctor Michael Laitman.
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