Israelíes contra el Estado de Israel

Imagen de Georges Biard (Wikimedia)

Cuando estalló la Operación Amanecer, el periodista israelí Gideon Levy criticó duramente a Israel, en una entrevista para la red antiisraelí Al Jazeera. Bella Hadid, modelo internacional de origen palestino, que frecuentemente ataca a Israel, aprovechó la oportunidad y compartió el segmento con sus decenas de millones de seguidores en las redes sociales. No puedo culpar a los que odian a Israel, por usar israelíes que demonizan a su propio país, pero debemos entender el origen de nuestro autodesprecio y que armar así a nuestros enemigos, no los disuade ni le ayuda a los israelíes. Dentro de cada israelí, hay odio por su propio pueblo; es odio, no por el pueblo, sino por la idea que representa Israel: amor al prójimo. Cuando resolvamos este odio, resolveremos el antisemitismo.

A primera vista, Levy es un hombre valiente e íntegro, que justifica a su enemigo bajo su propio riesgo. Finalmente, él también podría haber resultado herido por los más de 1,100 cohetes que la Yihad islámica palestina disparó contra Israel. Aunque a Levy no le preocupa. Su objetivo es ser héroe a los ojos del mundo, aunque no está claro dónde está el heroísmo en ese acto, con su declaración antiisraelí en una red antiisraelí.

Lo más importante es que debajo de los ataques a Israel, hay un profundo odio. No sólo de los israelíes que atacan a Israel, todos los israelíes lo sienten y de hecho, todos los judíos tienen ese odio. En algunos, es latente, en otros, es flagrante, pero ningún judío escapa a este cisma interior.

A lo largo de la historia de nuestro pueblo, nuestro odio mutuo ha sido nuestra perdición y por una buena razón. Israel representa la transición de la disposición humana natural de cuidarse sólo uno mismo. Ser Israel es tener responsabilidad mutua y solidaridad, amar a los demás tanto como nos amamos a nosotros mismos.

Una cosa es aspirar a ese objetivo, otra muy distinta, es que el mundo nos obligue a lograrlo, sentir lo formidable que es esta tarea y enfrentar las consecuencias del fracaso: el odio del mundo. No es sorprendente que la mayoría de los judíos suprima la noción de responsabilidad mutua y amor por los demás o la cambie por amar a su enemigo y culpar a su propia gente, con la esperanza de ganarse el favor de sus enemigos, pero no sucederá.

Esa lucha está en cada judío, seamos conscientes o no. Determina nuestra relación con el Estado de Israel, con el pueblo judío y con los enemigos de Israel. Los israelíes que odian a Israel, en realidad son sensibles a su obligación con el mundo, pero su respuesta es contraproducente: quieren cortar sus lazos y obligaciones con el pueblo israelí. Pero, ningún israelí puede ser liberado. Y expresan su resentimiento mostrando odio. Lo siento por ellos; están en gran angustia, y no pueden cambiar. Se sienten justos y con derecho, superiores y farisaicos. No sienten que están arrojando odio; creen que están luchando contra él. 

No puedes llegar directamente a su corazón. La única forma de influir en ellos es cambiando a la sociedad que los rodea. Si la sociedad israelí aumenta su aprecio a la regla de oro, que es amar a los demás y su manifestación, se filtra en el corazón de todos y la gente podrá entender que ser Israel, es decir, dar ejemplo de unidad y solidaridad, es posible y el mundo realmente lo apreciará. Así, será más fácil cambiar, gradualmente, el corazón de los judíos que atacan a Israel.

Por eso, nuestro objetivo no debe ser mitigar el odio de quienes satanizan al Estado de Israel. Nuestro objetivo debe ser elogiar la solidaridad y la unidad hasta el punto de amar a los demás tanto como nos amamos a nosotros mismos. Si operamos de esta manera, todos los que odian a Israel desaparecerán, adentro y afuera y veremos que sólo estaban aquí para impulsarnos a fortalecer nuestra unidad y dar un ejemplo de amor a los demás y al mundo.