Presidente Trump:
Aunque ahora todos están centrados en las posibles consecuencias y especulando sobre lo que sucederá a raíz de su reconocimiento oficial de Jerusalén como capital de Israel, a mí me preocupa mucho más la oportunidad única que se presenta en estas actuales circunstancias.
Con o sin embajada de EE.UU, Jerusalén se ha convertido en un símbolo de constante conflicto. Como usted mencionó, su declaración traerá «disconformidad y desacuerdo». Y vendrá por parte de todos los agentes y de forma generalizada: tanto de la izquierda como de la derecha del panorama político en Israel, en los EE.UU., en el mundo árabe y en el mundo entero. ¿Por qué? Cada grupo tiene sus propias razones cuando se trata de Jerusalén.
Y, sin embargo, llegados a este punto, se presenta una oportunidad para hacer exactamente lo contrario. Dado que los ojos del mundo están puestos ahora en la «Tierra Santa», sus corazones podrían sensibilizarse con respecto a lo que es realmente santo en ella.
Como usted dijo, «Jerusalén es uno de los asuntos más delicados», y el hecho de que Jerusalén tenga un profundo significado simbólico es por una razón de peso. Le recuerda al mundo su esperanza de que, algún día, Jerusalén se convierta en un lugar de paz y deje de ser un lugar de conflicto. Es una expectativa acompañada de una demanda para aquellos a quienes se les da legitimidad sobre la ciudad: que la conviertan en un símbolo de paz y unidad global.
Por lo tanto, si usted pudiera poner el foco en la obligación moral de Israel de ser «una luz para las naciones» e incluso condicionar su apoyo al buen cumplimiento de esta función, nos estaría obligando a nosotros, el pueblo de Israel, a cumplir con esta importante responsabilidad. Nos presionaría para demostrarle al mundo que podemos ser el modelo de unidad que muchos esperan que seamos.
Si Israel se reconstruye a sí misma como una nación que encarne el principio de «ama a tu prójimo como a ti mismo», el mundo recibirá la inspiración para actuar de ese mismo modo y todos podríamos «retomar un camino de comprensión y respeto mutuo». Esta es la presión positiva que se debe depositarse sobre Israel. Es la única forma en que Israel puede reparar su deteriorada reputación y ganarse el apoyo mundial en lo referente su conexión con Jerusalén.
Como escribió Yehuda Ashlag, uno de los grandes sabios judíos del siglo XX, «El pueblo de Israel debe proporcionar a las naciones la enseñanza de la conexión, la justicia y la paz. Eso es lo que están esperando desde nuestro regreso a la tierra de Israel (…) de lo contrario, rechazarán un Israel independiente que sirve a sus propias necesidades, y aún más se opondrán a que recuperemos Jerusalén».