Cuando alguien dice “los musulmanes son…” o “los negros son…”, esa persona es inmediatamente tildada de islamófobo o de racista. Pero cuando alguien dice “los judíos son…” o “los israelíes son…”, aunque la afirmación no solo sea dañina sino además ridícula, siempre hay quienes justifican tales declaraciones en nombre de la libertad de expresión. Este doble rasero a la hora de medir es lo que constituye el antisemitismo. Si cualquiera de nosotros se atreviera a decir de los musulmanes, los negros o de cualquier otro grupo étnico/religioso lo que la Dra. Joy Karega –profesora asistente de retórica y composición en el Oberlin College– dice de los judíos e Israel, seríamos reprendidos y probablemente despedidos.
El 3 de marzo, el artículo principal en Forward tenía por título, “Dentro de la retorcida mente antisemita de la profesora de Oberlin, Joy Karega”. La historia hace referencia a algunas de las declaraciones de Karega, la cual “alega que los judíos o los israelíes están detrás del 11-S, ISIS, Charlie Hebdo o los ataques de París”, o que “el Mosad diseñó el derribo del avión de pasajeros de una aerolínea malasia sobre Ucrania en 2014”.
Para silenciar a los que la critican, Karega se escuda bajo el paraguas de la libertad de expresión y se apoya en la corrección política para mitigar las críticas en su contra, alegando que es muy común “que las mujeres negras que están al principio de su carrera a la espera de nombramiento como profesoras titulares sean objeto de este tipo de acciones y prácticas”. Esto explica la timorata respuesta de Marvin Krislov –rector de la Universidad de Oberlin y precisamente judío– a los artículos de Karega, a pesar de estar contratada por él. En lugar de condenarla, él la ha apoyado tácitamente, afirmando que “respeta el derecho de sus profesores, estudiantes, personal y ex-alumnos a expresar sus opiniones personales”. ¿Sería tan comprensivo el Sr. Krislov si un miembro de su universidad opinara que, por ejemplo, los musulmanes estadounidenses están haciendo todo lo posible para proclamar la ley Sharía en los EE.UU.?
En mi opinión, nuestra respuesta al antisemitismo tiene que ser esencialmente distinta. En primer lugar, no debemos aceptar, y mucho menos tolerar, este doble rasero de medir. Estas declaraciones acusatorias lo único que hacen es avivar el odio, promover la violencia contra los judíos y, al final, acabamos considerándolas como argumentos válidos en los debates alegando libertad de expresión. Y esto es un grave error.
En segundo lugar, y más importante aún, a decir de los antisemitas “incluso cuando los peces se revuelven en el mar, los judíos están detrás de ello”. Ese es su sentir en la actualidad, siempre lo ha sido y siempre lo será; hasta que dejemos de “corromper la tierra”, como dijo el profesor de estudios coránicos Imad Hamato.
En otras palabras, desde Mel Gibson hasta el general William Boykin, pasando por el recientemente mencionado Imad Hamato y llegando hasta Hitler, los antisemitas creen que los judíos tienen la culpa de todos los problemas del mundo. Y lo que es peor aún: creen que los judíos son la causa de todas las guerras.
De hecho, incluso en nuestros propios escritos nos dicen (Yevamot 63): “Ninguna calamidad llega al mundo si no es por Israel”. Por eso, necesitamos entender la raíz que causa el odio hacia los judíos. En mi ensayo “¿Por qué la gente odia a los judíos?” expliqué detalladamente lo que el mundo espera de nosotros. La conclusión era que se nos ha encomendado la misión de ser “una luz para las naciones”, pero las naciones sienten que lo único que estamos proyectando es la guerra. Da igual si esto tiene una lógica racional o no. Si tenemos en cuenta el hecho de que en 2015 la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó 20 resoluciones señalando y criticando a Israel, y tan solo 3 resoluciones refiriéndose a otras naciones en todo el mundo, entonces queda claro que una gran mayoría de naciones está de acuerdo con los cuatro nombres mencionados más arriba.
Y ya que se nos culpa de provocar las guerras, esto es lo que debemos revertir. Nuestra labor es traer paz y unidad al mundo. Hemos forjado el principio de “Ama a tu prójimo como a ti mismo” y el mundo espera que lo cumplamos. El mundo constantemente examina lo que hacemos, así que cada vez que manifestamos discordia, estamos proporcionando un mal ejemplo y eso tiene su reflejo en el mundo. Si peleamos entre nosotros, proyectamos esa discordia a las demás naciones; y ellas también comienzan a pelear. No obstante, en lo más profundo de su interior, sienten que esas luchas tienen su origen nosotros. Y así lo afirman.
Así pues, ser una luz para las naciones no es una noción teológica o filosófica. Es una obligación a nivel práctico: hagan las paces entre ustedes y también el mundo estará en paz. Hoy en día hay quienes sienten que estamos provocando incluso que los peces se enfrenten, pero cuando alcancemos la paz entre nosotros, sentirán que llevamos paz a todos los ámbitos de la vida. Y por mucho que aquellos como Joy Karega nos odien ahora, más adelante nos apreciarán. No obstante, todo depende de nosotros y de los sentimientos que decidamos evocar.