Es motivo de orgullo para algunos y motivo de envidia para otros, lo cierto es que los judíos se han destacado y ganado en varias oportunidades el Premio Nobel y este año no es la excepción, los judíos han dominado básicamente en todas las categorías de los prestigiosos premios. Por mas que los premios inflen nuestro ego, también vemos que estos logros no hacen nada para borrar el odio contra los judíos. El mundo espera algo diferente de nosotros, que realmente traigamos conexión y paz al mundo y actualmente no sucede. Esta es la razón por la que la animadversión no desaparece.
El 2020 ha sido verdaderamente exitoso para los laureados judíos estadounidenses. Harvey Alter compartió el Premio Nobel de Medicina, Paul Milgrom compartió el premio de Ciencias Económicas y Louise Glück ganó el premio de Literatura. En algunas publicaciones resaltan que los tres ganadores del premio de Física también son de ascendencia judía. La gente destaca que desde la creación del Premio Nobel en 1901, cuando se otorgó por primera vez, de los 900 ganadores, más de 200 han sido judíos, un número desproporcionado para un grupo que representa sólo el 0.2% de la población mundial.
La capacidad de los judíos en innumerables áreas no es secreto, si se dieran premios y reconocimientos más altos basados en los logros en todos los campos, los judíos recibirían incluso más premios de los que ya han recibido. Sin embargo, no creo que conseguir medallas o trofeos deba ser motivo de orgullo judío. Dedico tiempo a contar esos premios, no por que se deba destacar. En lo que debemos ser prominentes es en cumplir la misión que el mundo realmente espera de nosotros.
Los judíos tienen una misión que está profundamente arraigada en la base de la creación, ser «luz para las naciones».
¿Qué quiere decir exactamente? Servir a la humanidad como ejemplo de relaciones correctas de conexión y amor hacia los demás y de conexión positiva mutua.
Los judíos, en virtud de un desarrollo único como pueblo, alguna vez tuvimos la capacidad de examinar todo desde dos fuerzas opuestas; recepción y otorgamiento, eso nos dio una visión más amplia y profunda de la realidad. Desde la destrucción del Templo, perdimos nuestra conciencia espiritual, pero debido a nuestro logro previo de esa capacidad singular y única en la naturaleza, esa chispa incomparable se iluminó en nosotros y dejó un sello eterno.
Esta chispa nos dio una ventaja importante sobre los demás. Es lo que nos ha permitido triunfar y destacar, porque esta chispa es parte de la fuerza creativa general que potencia y desarrolla a la naturaleza es su totalidad. Es lo que nos motiva a inventar e innovar y a hacer avanzar a la humanidad en su totalidad. Como escribió el más grande cabalista de nuestra generación, Rav Yehuda Ashlag (Baal HaSulam),
«Es la sabiduría de la fe, la justicia y la paz, lo que las naciones aprenden de nosotros, esta sabiduría se nos adjudica únicamente a nosotros». (Escritos de la Última Generación)
Hoy, el mundo tiene necesidad urgente de unidad, para superar los peligros y la asfixiante crisis que existe en todos los niveles, pero la humanidad no tiene idea de cómo conectarse. Sin embargo, los judíos una vez estuvimos conectados y vivimos en amor fraternal. La sociedad que la nación judía fundó fue con base en la gran regla de la Torá, «ama a tu prójimo como a ti mismo». Por eso, nosotros, el pueblo de Israel, ahora debemos revivir ese amor y darlo al mundo. Esto es lo que el mundo requiere y si no damos ese ejemplo -en lugar de estar inmersos, cada vez más alineados, desconfiados y egocéntricos-, la presión hacia nosotros se manifiesta en un perverso antisemitismo.
Por eso, los judíos debemos comenzar a conectarnos entre nosotros, pues poseemos la “memoria” latente de la unidad y también debemos recibir a todo el que comparta esta visión, sea de cualquier nación. Si lo logramos podremos cumplir la ancestral profecía que dice: las naciones de la tierra serán bendecidas gracias a nosotros. Cuando lo logremos obtendremos los premios más grandes que son; bienestar y paz en el mundo.
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