Hay una metáfora de un sabio que estaba sentado a las puertas de la ciudad y pasó un hombre. El hombre se volvió hacia el sabio y le preguntó: “Dime, ¿qué clase de gente vive en esta ciudad, es buena o mala?”
El sabio respondió: “Háblame de la ciudad de dónde vienes, ¿qué clase de gente vive allí?”
“Son malvados, crueles y egoístas”, respondió el hombre.
“Aquí también vive gente así”, respondió el anciano y el hombre se fue.
Más tarde, otro hombre se acercó a la puerta. Hizo la misma pregunta. El sabio respondió de la misma forma: “¿Qué clase de gente vive en tu ciudad?”
El hombre respondió: “Quedaron muchos amigos en la ciudad y la gente de allí es buena y amable”.
El anciano dijo: «Aquí encontrarás gente igual».
En general, el tipo de personas en nuestro entorno y su comportamiento, depende de nosotros. Es decir, el primer hombre dijo haber vivido entre gente mala y se le respondió que lo mismo le esperaba en la nueva ciudad. Si hubiera visto que la gente era buena, encontraría gente igual de buena en la nueva ciudad.
¿Cómo funciona este mecanismo? Con base en nuestra actitud hacia la sociedad. En la forma en la que nos relacionamos con la sociedad, es como nos sentimos. Incluso si la gente nos odia, ¿por qué nos odia? El odio no surge de la nada. Es el resultado de nuestro comportamiento. Por eso, si hay gente que nos odia, debemos reflexionar en por qué es así. Sin esa introspección, sólo nos justificamos.
Pero, debemos tratar de encontrar sentimientos positivos en nosotros y en los demás. Y si descubrimos por qué nos odian y tratamos de cambiar algo en nosotros, veremos que los que nos odian cambiarán. Otra forma de decirlo es, si buscamos ayudar, apoyar y animar a los que nos rodean, también en ellos veremos cambios positivos.
Nuestra naturaleza es egoísta, todos damos prioridad al beneficio propio sobre el beneficio de los demás, pero podemos tratar de dar ejemplo de una actitud por encima del ego e intentar cambiar nuestras prioridades, para que el beneficio sea principalmente para los demás.
Sin embargo, ¿qué sucede si nos enfurecemos ante un acto de odio hacia nosotros y respondemos igual? El consejo es no hacerlo, sino dejar que la rabia se apague en nuestro interior. Puede parecer forzado, porque aunque queremos responder, no lo hacemos. Pero al final, no responder en una situación así tendrá mejor resultado.
Se dice que, si reprimimos los sentimientos de ira y no respondemos, la ira regresará con más fuerza y de otras formas. Pero eso sucede cuando no nos esforzamos en procesar la situación y no tratamos de entender cómo funciona nuestra naturaleza. Si intentamos entenderlo y tenemos actitudes humanas más maduras, triunfaremos y veremos resultados más armónicos y pacíficos en nuestro comportamiento.
Por eso, debemos desarrollar hábitos de autoexamen e introspección y una actitud madura hacia los demás, debemos aprender a perdonar y así veremos que la vida se desarrollará de forma mucho más positiva.
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