Cuando la multinacional Unilever anunció que había vendido los derechos de producción de los helados Ben & Jerry’s al actual licenciatario en Israel, se pensó que el acuerdo pondría fin al boicot propalestino -que duró un año, a la venta del producto en los asentamientos israelíes de Judea y Samaria y también en Jerusalén oriental. Pero, los fundadores judíos, de la marca de helados -y principales promotores del boicot- recordaron al mundo que no descansarán hasta aislar a Israel, que inventarán una nueva forma de causar problemas.
La fría relación entre los judíos fundadores de Ben & Jerry’s e Israel, volvió a ponerse de manifiesto. Como parte de la junta ideológica independiente de la empresa, decidieron demandar que Unilever bloquee la venta al licenciatario israelí, que permite la distribución sin restricciones del producto en todo Israel. Afirman que la venta de su marca en el «territorio palestino ocupado» es incompatible con los valores y la integridad de la empresa.
Esta división entre los fundadores judíos de Ben & Jerry’s e Israel pone de manifiesto nuestro principal problema como nación judía: separación entre nosotros, los judíos. Esa separación es la que debilita nuestros cimientos y presagia sombrías ramificaciones para nuestro futuro. Nuestra división interna es la que invita, ataques y boicots y, corroe nuestra fuerza.
¿Por qué los judíos son antisemitas? Porque tenemos un punto que nos conecta con el estado corregido y de unidad de la humanidad -«ama a tu prójimo como a ti mismo»- que descubrimos una vez bajo la guía de Abraham hace unos 3,800 años. Junto con ese punto, albergamos el deseo egoísta roto, que se opone al punto de unidad y nos separa.
Todo judío alberga esta dualidad: el deseo egoísta de recibir, que busca beneficio personal a expensas de los demás, junto con el punto altruista de unidad que está atado al estado máximo de desarrollo solidario de la humanidad.
Quien se siente más cerca del punto central de unidad, siente atracción por un desarrollo de conexiones positivas en la sociedad, diferente de quienes se ven arrastrados a la carrera de ratas de las masas. Quien se resiste a ese desarrollo y deja que el ego determine sus objetivos y placeres en la vida, está en contra de la unidad y según la definición más profunda, es antisemita.
Más allá de las opiniones políticas divergentes, hay disputas sobre las prácticas judías, la legitimidad de ciertas denominaciones, la distribución de fondos, donaciones y mucho más. Todas estas son cuestiones de peso merecen un debate serio. Sin embargo, por encima de nuestros desacuerdos y diferencias debemos aceptar que: Pase lo que pase, debemos permanecer unidos como una sola nación.
Si queremos avanzar en las buenas causas, tenemos que empezar por ser ejemplo de unidad para la humanidad, al hacerlo, traeremos armonía al mundo. Nos dará el sabor de nuestra vida, como está escrito en el libro Maor VaShemesh, «Cuando hay amor, unidad y amistad entre nosotros en Israel, ninguna calamidad puede venir y todas las maldiciones y el sufrimiento serán desterrados.»
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