Junto con los rumores de una vacuna próxima, los gobiernos y los municipios enfrentan la realidad de una pandemia de coronavirus persistente y de rápida propagación. Algunos están restableciendo el confinamiento, otros están rogando a los residentes que cumplan las instrucciones, que mantengan una distancia de dos metros y usen mascarillas. Otros más están multando a los residentes y en lugares donde los gobiernos centrales son demasiado débiles, como El Salvador, las pandillas imponen el cierre con bates de béisbol o, como en Colombia, con armas.
Pero el confinamiento no es un plan de trabajo; es una medida de emergencia que en el mejor de los casos, puede inhibir el contagio, pero no acabar con él. Tan pronto como se levanta la restricción, la infección regresa con venganza.
Peor aún, en algunos casos, como el barco de arrastre Echizen Maru argentino, el virus parece aparecer literalmente de la nada: a la tripulación se le hizo el test y resultó negativa, pasó dos semanas de aislamiento antes de navegar y se puso en marcha. De alguna manera, después de semanas en el mar sin contacto con nadie, aparte de ellos mismos, de repente, prácticamente toda la tripulación se infecto de COVID.
El coronavirus es un bicho misterioso.
Al principio pensamos que sólo afectaba los pulmones de enfermos y ancianos. Luego nos dimos cuenta de que afecta mucho más que los pulmones, que causa coagulación de la sangre y afecta otras partes del cuerpo. Luego nos dimos cuenta de que no sólo afecta a los ancianos, sino a todos, incluso a embriones y a bebés, como el contagio masivo en el que 85 bebés de menos de un año dieron positivo por coronavirus en un condado de Texas.
Guterres no sólo observa el estado del mundo, también señala la razón: la falta de responsabilidad mutua. Según el Daily Mail, Guterres declaró que la crisis de la COVID-19 «está exponiendo falacias y falsedades en todas partes: la mentira de que los mercados libres pueden brindar atención médica para todos, la ilusión de que vivimos en un mundo sin racismo, el mito de que estamos en el mismo barco». Que los países desarrollados están dedicados sólo a su supervivencia y «no han dado el apoyo necesario para ayudar al mundo en desarrollo en este tiempo de peligro».
Si esto no fuera suficiente, la ONU «advierte sobre la crisis de salud mental mundial debido a la pandemia de la COVID-19» y pacientes y médicos informan de «trastornos cerebrales encontrados en pacientes con COVID-19 leve y en recuperación». No es de extrañar que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, diga que el mundo está «a punto de la ruptura».
Reconstrucción después de la ruptura
Ante nuestros propios ojos, la amenaza invisible está desmoronando nuestra civilización. Colocó un espejo que expuso nuestra desconexión y alienación, como Guterres lo expresó muy bien. Destrozó la ilusión en nosotros mismos. Nuestra civilización de méritos llegó a su fin y de sus cenizas, surgirá una nueva humanidad.
Poco a poco, entenderemos verdaderamente, en nuestro corazón, que la humanidad cumple con las mismas leyes que gobiernan al universo, aún debemos darnos cuenta de que somos parte de la naturaleza, creados por ella y, sujetos a sus leyes. Así como la homeostasis, es decir, el equilibrio entre elementos diferentes pero interdependientes, gobierna a la naturaleza, el equilibrio entre recibir y dar, debe gobernar a la sociedad humana.
La humanidad es una entidad integral, un todo indivisible que parece dividido sólo en nuestra perspectiva egocéntrica.
El mundo sólo busca placer y evita dolor. Al hacerlo, analizamos qué parte de lo que vemos nos beneficia más o nos perjudica menos. Inadvertidamente, dividimos el mundo integral en partes y perdemos la percepción de esa realidad integral.
Debido a esta percepción fracturada, cuando vemos películas documentales sobre la naturaleza, nuestro corazón siempre está con el animal cazado. No nos damos cuenta de que los depredadores mantienen saludable al rebaño, pues comen sobre todo, animales enfermos y viejos, evitan la sobrepoblación y el consiguiente agotamiento de la vegetación. Al mantener la vegetación exuberante se disminuye la erosión del suelo y eso evita que las corrientes erosionen sus riberas y evita el deslizamiento de tierra e inundaciones repentinas. Cuando ves a través del prisma de la integralidad, no hay nada bueno ni malo; hay homeostasis e integridad. Cuando ves en el prisma del beneficio personal, sólo hay bien o mal, lastimar o ser lastimado.
Este es el mundo triste que la COVID-19 vino a terminar. Llegó a ofrecernos un mundo integral donde todo es uno, completo, inseparable e indivisible. Es claro que el virus nos guía contra nuestra voluntad. Pero es más fuerte que nosotros, así que mientras más insistamos en separarnos, más sufriremos. Ningún líder podrá combatirlo, ninguna protesta podrá restaurar la economía y ninguna vacuna detendrá la transformación de la sociedad.
Estamos en el mismo barco, a pesar de que actuamos como si no lo estuviéramos. Si seguimos así, todos nos hundiremos. Por eso, el que comprenda la situación debe extender el mensaje. Los gobiernos, los ciudadanos, los ricos, los afligidos, los capitalistas y los socialistas, todos deben trascender su visión restringida y ver el todo, que la humanidad y la realidad son integrales. Sólo si actuamos como uno, sabremos qué hacer para sanar a nuestra sociedad y curarla del virus.
Muy cierto ojalá toda la sociedad y el mundo entero logre entender el mensaje de todo este año y tiempo q no sabemos tan catastrófico suceso de la pandemia mundial
Espero no ser pesimista y espero estar equivocado.
Veo muy difícil que la humanidad se una contra su voluntad, porque en el fondo, hay semillas para la violencia.
Creer que solo la Cabalá posea la verdad, tambien genera violencia.
Lo cierto, que existe la oportunidad para buscar la verdad de manera personal, acudiendo a diversas fuentes espirituales y cualquie otra cosas que nos lleve a ese punto tan especial, tener una experiencia personal de la verdad