A pesar de intentar volver a la normalidad, después de dos años de cierres intermitentes, vacunas y cubrebocas, la realidad parece tener ideas diferentes. Lo último es la escasez de chips de silicio, llamados «semiconductores», no sólo de computadoras, sino de casi todo lo que usa la civilización moderna. La crisis de los semiconductores, también conocida como «crisis de chips», se convirtió en una amenaza para la economía mundial y para la estabilidad de la sociedad. Dado que, los dos últimos años, no quisimos aprender, ahora una nueva amenaza nos mostrará que, a menos que nos esforcemos por lograr conexiones positivas, obstruiremos seriamente, si no es que totalmente, nuestra forma de vida cómoda.
Umesh Samani, presidente de la Asociación de Concesionarios Independientes de Motores, en su concesionaria de automóviles en Stoke-on-Trent, Inglaterra, lamenta la escasez de chips de computadora. Dijo a la BBC que lo único que su cliente quiere es un VW Golf blanco, modelo estándar, con transmisión manual, pero no puede decirle cuándo llegará. Podrían pasar muchos meses o tal vez, incluso un año hasta la entrega. Según Samani, los fabricantes a menudo le dicen que la culpa es de la escasez de chips de computadora.
La crisis de los chips está perjudicando a todos. Según Reuters, “La Casa Blanca celebró una sesión informativa clasificada… con algunos legisladores, sobre los graves riesgos para la economía estadounidense derivados de los problemas de la cadena de suministro de semiconductores y presionó al Congreso por 52,000 millones de dólares en fondos para subsidiar la producción. Brian Deese, director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, dijo a los periodistas: «Las mejores estimaciones son que la falta de semiconductores probablemente eliminó un punto porcentual completo del PIB en 2021».
Peor aún, la trayectoria es negativa. La CNBC informó: “La guerra de Rusia contra Ucrania, podría hacer que la producción de neón, un gas crítico en la fabricación avanzada de semiconductores caiga a niveles preocupantemente bajos, en un momento en que el mundo ya está lidiando con la escasez de chips”. Al mismo tiempo, para algunos, la crisis es venturosa. McKinsey & Company, por ejemplo, una de las firmas de consultoría más grandes del mundo, explica en su sitio que “las empresas de semiconductores pueden tomar diferentes caminos para capturar nuevas oportunidades, a medida que la demanda sigue superando la oferta”.
El enfoque de McKinsey es el enfoque capitalista tradicional. Pero lo que funcionó por décadas, ya no funciona. La lección que debemos aprender de las múltiples crisis concurrentes es que, debemos despertar pronto de nuestros delirios de independencia, pues estamos totalmente interconectados y somos interdependientes.
No es nuevo. Hemos estado conectados y dependemos unos de otros desde hace muchas décadas. La diferencia es que, hasta hace poco podíamos fingir que no era así y salirnos con la nuestra. Luchamos unos contra otros en todos los niveles posibles: físico, económico, político y social. Al mismo tiempo, comerciamos como si no hubiera luchas ni rivalidades.
Pero hoy, la actitud de perros contra gatos socavó nuestra capacidad para mantener los sistemas en funcionamiento. Así como negar las vacunas a aquellos que no podían pagarlas, hizo que las mutaciones se extendieran por el mundo, negar los semiconductores a otros países, ya sea prohibiendo su venta o destruyendo plantas o la cadena de suministro de minerales vitales, resultará contraproducente para cualquiera que los emplee esas tácticas.
Los chips son esenciales para todo, desde microondas hasta supercomputadoras. Sin ellos, no podremos cultivar ni cocinar alimentos ni fabricar automóviles ni usar ascensores ni construir dispositivos médicos que salvan vidas ni usar computadoras ni aviones ni cohetes. En resumen, los chips son muy importantes para permitir que un país se los niegue a otros.
Si somos demasiado egoístas, desequilibramos el sistema. En lugar de desear apoyarnos unos a otros y beneficiarnos de su éxito, nos esforzamos por dominar y oprimir a los demás. Cuando somos así, todos los medios nos parecen correctos para lograr nuestra meta.
El problema es que en la guerra todos pierden y el resultado es una crisis global, donde todos sufren. Si no entendemos este mensaje que nos trae una crisis, viene otra que nos paraliza más y nos transmite el mismo punto. Si no lo comprendemos con la segunda crisis, se manifiesta una tercera, más contundente.
Esto es aprender el camino de la naturaleza por el camino del dolor y el sufrimiento. Podemos aprender de nuestra interdependencia y de nuestra obligación de cooperar y formar una sociedad equilibrada. Si aceptamos el hecho inexorable de nuestra dependencia mutua, aprenderemos a trabajar con ella de manera que realmente beneficie a todos y no sólo a los más poderosos, mientras que el resto de la humanidad gime de dolor y busca derrocarlos en una revolución que sólo aumentará el sufrimiento de la humanidad.
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