La depresión llega antes

Our World in Data (Nuestro mundo en datos), centro de investigación con sede en Oxford, publicó recientemente un informe que muestra que, en muchos países, «se diagnostica depresión a una edad más temprana que en el pasado». El informe mostró que, en Dinamarca, por ejemplo, en 1996, la proporción más alta de diagnósticos de depresión fue a personas de alrededor de cincuenta años. Veinte años después, en el 2016, la mayor proporción fue gente de veinticuatro años. Si bien el centro de investigación atribuyó el diagnóstico más temprano a la creciente disposición a “buscar tratamiento para las afecciones de salud mental”, otros investigadores encontraron diferentes razones para la edad más temprana del diagnóstico.

De hecho, vivimos en tiempos especiales. En épocas anteriores, la gente estaba más conectada con la tierra, con el suelo. Hoy, todo es artificial. Nacemos y vivimos dentro de las paredes del hospital, luego las paredes de la casa, luego las paredes de la escuela, luego las paredes del negocio. Como resultado, somos diferentes a las generaciones anteriores y nuestro enfoque de la vida también es diferente.

Para prevenir la depresión, necesitamos invertir constantemente y con el enfoque correcto, pues la gente ya no está adaptada a la vida natural. La inversión no es financiera. Más bien, debemos construir un parámetro que sirva como mediador entre la nueva generación y la realidad en la que vive. Este parámetro debe prepararla para la vida en todos los niveles: personal, social y ambiental. Necesita aprender a comunicarse y conectarse entre sí y con la naturaleza. De lo contrario, se perderá, como ya está sucediendo.

Antes, la gente salía más de lo que sale hoy. Se comunicaba y gran parte de su vida implicaba interacción. Hoy, se hace todo en línea y desde el interior, el aire libre y otras personas ya no son familiares. Debemos familiarizarnos con el mundo exterior, pasar menos tiempo solos, con teléfono y computadora y comunicarnos con miembros de la familia, amigos, amigos reales, de carne y hueso y con los animales.

Los avances tecnológicos de las últimas décadas nos envolvieron en aparatos y nos desconectaron de la gente. Ni siquiera la comida es comida real, no la hacemos, sólo la calentamos en el microondas.

No es que evitemos la tecnología; pero debemos ayudar a la gente a equilibrar su vida. Y el factor clave para restablecer el equilibrio es la conexión constructiva, positiva y de apoyo, si la gente descubre que la conexión le satisface más que la tecnología, le nutrirá.

Hoy, la mayoría siente que sus conexiones son competitivas, cada uno trata de ser más astuto y hábil y en general, superar a los demás. Es agotador y naturalmente, la gente recurre a un entorno menos competitivo y abusivo: el digital. Si la experiencia de sus relaciones fuera positiva, si sintiera que los demás la aprueban, aprecian y dan la bienvenida, no tendría motivos para retirarse a un entorno virtual.

Además, las conexiones pueden darle lo que ninguna tecnología puede: significado de la vida. La vida se vuelve significativa y útil, sólo en conexión con los demás. El dar y recibir recíproco da significado y propósito a lo que hacemos. Cuando hacemos algo por alguien mas, se siente. El acto adquiere vida propia, un nuevo significado y afecta nuestra vida y la vida de las otras personas involucradas en formas que no podemos predecir. Cuando hacemos algo en línea, nosotros mismos, nuestro acto, se pierde en la nube digital y nos deja vacíos y sin sentido.

Por eso, si queremos curar la depresión, debemos encontrar formas de alentar a la gente a salir, comunicarse y conectarse con los demás. Les dará alegría, satisfacción y sentido y, cuando le encuentras sentido a la vida, previenes la depresión.