Un artículo reciente de Gallup, firma global de análisis y asesoría, reveló que la infelicidad está aumentando en todo el mundo. Según el artículo, la situación “es preocupante porque la infelicidad está en un nivel récord. …La gente siente más ira, tristeza, dolor, preocupación y estrés que nunca”. Si bien admite que la pandemia contribuyó a su aumento, también afirma que “De hecho, la infelicidad ha aumentado constantemente en la última década”.
Los estudios demuestran que la felicidad depende de los lazos sociales. Estadísticamente, la gente con conexiones sociales más fuertes y numerosas, es más feliz, mientras que la gente introvertida es más propensa a reportar que se siente infeliz.
La correlación entre felicidad y conexiones sociales es un elemento fundamental en la creación. En toda la realidad, la fortaleza, vitalidad y evolución, dependen de las conexiones con el entorno. Los cambios que suceden en cualquier lugar de la realidad se deben a interacciones con el entorno. Incluso conexiones, aparentemente negativas, como escapar de los depredadores, aceleran la evolución.
Lo que es cierto para la naturaleza, es igualmente cierto para nuestro propio cuerpo. Nuestro cuerpo puede sostenerse, cuidarse, protegerse de patógenos y contaminantes y mantenerse saludable y fuerte, sólo gracias a las innumerables conexiones entre células y órganos. La diversidad de conexiones y su apoyo mutuo, dan al cuerpo fuerza, resistencia y vitalidad.
El único lugar donde estas conexiones están rotas y son defectuosas es la sociedad humana. Las demás comunidades y los demás sistemas naturales funcionan en armonía y sus partes se complementan y apoyan mutuamente. En nuestro caso, sin embargo, no hay apoyo mutuo ni complementación. Nuestras conexiones son explotadoras y abusivas y nuestro objetivo no es mejorar nuestra vida, sino empeorar la de los demás.
Por lo tanto, todos los fenómenos negativos que reportó la encuesta de Gallup —ira, tristeza, dolor, preocupación y estrés— surgen de los lazos corruptos y rotos entre nosotros. La era de infelicidad en la que estamos es obra nuestra. Si cambiamos la forma en la que nos relacionamos, saldremos de ella, a una era en la que, todo lo que actualmente percibimos como negativo, se invertirá en su opuesto positivo.
Las relaciones negativas que imperan actualmente en la sociedad se convertirán en el sustrato de una sociedad que busca la cercanía y el interés mutuo, pues conoce el precio del descuido y la alienación. La era de la infelicidad puede ser el detonante de una era de verdadera iluminación, de conocimiento de la naturaleza y de aprender de ella la forma de corregir la naturaleza humana y hacer que la vida sea buena para toda la humanidad. Alternativamente, si elegimos la inacción, la infelicidad generalizada puede aumentar y convertirse en una era de miseria sin precedentes.
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