Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

La guerra judicial podría terminar en una guerra civil

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Foto: Miembros de la policía fronteriza israelí esperan mientras los israelíes protestan contra la nueva coalición de derecha del primer ministro Benjamín Netanyahu y sus reformas judiciales propuestas para reducir los poderes de la Corte Suprema, Tel Aviv, Israel, 14/ene/23. REUTERS/Ronen Zvulun

La reforma judicial que está impulsando la nueva administración de Israel, está provocando agitación en la sociedad israelí. Desde todos los sectores y facciones de la sociedad, la gente condena o apoya la reforma. Quienes la condenan, advierten que la reforma destruirá la democracia de Israel y la pondrá a merced de los políticos. Por el contrario, quienes la elogian dicen que restaurará el equilibrio de la democracia israelí, que se vio interrumpido cuando la corte suprema tomó en sus manos derechos excesivos, como el poder de revocar leyes y nombrar nuevos jueces.

Recientemente, las protestas contra las reformas propuestas se han vuelto tan acaloradas que, figuras prominentes de la sociedad israelí, como alcaldes en ejercicio, generales retirados condecorados, líderes de la oposición y exprimeros ministros, empezaron a pregonar la posibilidad de una guerra civil, algunos, incluso piden explícitamente en las redes sociales y en discursos públicos, el asesinato, nada menos que del primer ministro Netanyahu, del viceprimer ministro, del ministro de justicia y de todo el gabinete, para restaurar la democracia.

Desde el inicio de nuestra nación, hemos sido conocidos como gente obstinada. Somos muy, muy obstinados y pensamos que sólo nuestra opinión tiene mérito. Peor aún, en ciertos momentos de nuestra historia, llevamos esta opinión al extremo y no sólo creímos que el que no estuviera de acuerdo con nosotros, no merecía vivir, también actuamos de acuerdo con esa creencia y comenzamos guerras civiles viciosas. Ahora, al parecer, de nuevo vamos hacia allá.

La democracia no es buena para esa gente. La democracia es para quienes creen que las decisiones de política general se toman en las urnas. Si más gente prefiere una política a otra, los partidos que apoyen esa política más popular, ganarán las elecciones. Pero ganar, no les da derecho a abusar de la minoría, les da derecho e incluso obligación de implementar la política para la que fueron elegidos.

Si pienso que mi país es democrático sólo cuando la opinión que apoyo está en el poder, no soy demócrata -soy un tirano disfrazado. Me duele cuando veo lo que sucede en Israel hoy. Mientras el resto del mundo aprende y progresa, estamos atrapados en luchas de poder, que sin duda, pondrán al país de rodillas y arruinarán al Estado de Israel.

Tal vez, si consideramos nuestro pasado sangriento, cuando nos matábamos en las guerras civiles, sería mejor que la gente se dispersara y la nación se disolviera. No tengo idea de lo que el Creador tiene planeado para nosotros, pero si la opción es: disolución o guerra civil, prefiero lo primero.

Dicho esto, hay una tercera alternativa. Nuestro pueblo siempre ha sido y siempre será obstinado, arrogante y testarudo. Si nos separamos ahora y nos reunimos más tarde, aún tendremos que enfrentarnos y estar en desacuerdo, tal como lo hacemos hoy. Somos así porque nuestros antepasados fueron así y precisamente por ser así, se dieron cuenta de que su única posibilidad de éxito era pisar el ego propio y lograr unidad, precisamente con sus disidentes. En aquellos días, era unidad o muerte. Ahora, una vez más, nos acercamos a ese punto dramático.

En el pasado, cuando nuestros ancestros eligieron unirse, no sólo nos convertimos en nación; también nos convertimos en modelo para el mundo, una prueba de que, aunque no podamos soportarnos, si superamos el odio y nos unimos, el vínculo que formaremos superará todo y el poder de esta nación será insuperable. .

Por el momento, no veo que la gente esté de humor para conversar y mucho menos para unirse. Lo único que veo es belicosidad. Pero mientras no luchemos, hay esperanza de que recuperaremos el sentido, antes de que hundamos el barco en el que estamos.

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