Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

La Hagadá de Pésaj

Cada año leemos la Hagadá sin entender mucho. Ya es hora de poner un poco de orden. ¿En qué conviene reflexionar en los puntos principales de la Hagadá? Algunas ideas de la sabiduría ancestral de la Cabalá.

«¿Ma nishtaná halaila hazé mikol haleilot?» — ¿En qué se diferencia esta noche de todas las otras noches? En que esta noche nos sentimos libres. Libres de la esclavitud.
«Fuimos esclavos del faraón en Egipto, y el Eterno, nuestro Dios, nos sacó de allí con mano poderosa y brazo extendido. Y si el Santo Bendito no hubiera sacado a nuestros antepasados de Egipto, nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos seguiríamos siendo esclavos del faraón en Egipto.»

Averigüemos un poco: ¿Qué es esta esclavitud de la que se habla? ¿Se trata solo de un relato histórico que debemos recordar?
Los sabios explican que la Hagadá viene a enseñar una lección eterna para la vida, como está escrito: «Los actos de los padres son señal para los hijos.»

¿Qué nos esclaviza hoy en día? Pensamos que puede ser el jefe, el gobierno, las cuentas que hay que pagar… pero lo que realmente nos esclaviza es nuestro ego. El instinto del mal.
¿Por qué? Miremos honestamente en el espejo. No puedo soportar que alguien sea mejor que yo. Que el vecino tenga algo que a mí me falta. Que alguien se me cruce en la carretera sin pedirme permiso. Siempre es yo, yo, yo. El mejor, el más fuerte, el más sabio, el más bello, el más exitoso. El más de todo.
Y esas emociones egoístas las genera en nosotros el «faraón». Es una fuerza especial que nos esclaviza de la mañana a la noche. Nos hace competir con los codos.

«Tenemos el deber de contar la salida de Egipto. Y quien más la cuente, es digno de alabanza.»
¿A qué se refiere eso de salir de Egipto? A huir del dominio de nuestro ego. Intentémoslo hoy, juntos. Anulemos un poco el ego entre nosotros. Tratemos de dejar de pensar en «cómo soy mejor que todos», y tratemos de disfrutar la sensación de que todos estamos conectados. Que cada uno se preocupa por los demás.

«Cuatro hijos habla la Torá: el sabio, el malvado, el simple y el que no sabe preguntar.»
Y todos los cuatro hacen la misma pregunta: ¿cómo superamos nuestro ego? ¿Cómo salimos de Egipto?
«Ben» (hijo) proviene de la palabra «biná», entendimiento. Los cuatro hijos representan grados de desarrollo interno hacia la libertad.

¿Qué dice el sabio?
«¿Cuáles son los testimonios, los estatutos y las leyes que el Eterno nuestro Dios les ha mandado?»
Y tú también respóndele según las leyes de Pesaj: «No se come nada después del afikomán.»
El sabio es un tipo de intelectual. Propone cosas, pero en realidad no nos da ninguna solución.

¿Qué dice el malvado?
«¿Qué significa para ustedes este trabajo?» — «Para ustedes», no para él.
Y como se excluye de la comunidad, niega el principio. Por eso, embota sus dientes y dile: «Esto hizo el Eterno por mí al sacarme de Egipto.» Por mí, no por él. Si él hubiera estado allí, no habría sido redimido.
El malvado no quiere participar en esta conversación. Ustedes háganlo, pero a mí déjenme fuera. Es decir, cree que no se puede salir del estado malo, y acepta la vida tal como es.

¿Qué dice el simple?
«¿Qué es esto?» Y le dirás: «Con mano fuerte nos sacó el Eterno de Egipto, de casa de esclavitud.»
Él ni siquiera se da cuenta de lo que está pasando. No entiende que es esclavo, y menos aún sabe cómo liberarse.

¿Y el que no sabe preguntar?
Tú abre la conversación con él, como está dicho:
«Y le contarás a tu hijo en ese día: por esto hizo el Eterno por mí al sacarme de Egipto.»
Él no es simple, ni sabio, ni malvado. No sabe cómo preguntar.
Entiende que esto va de transformar la naturaleza egoísta, siente que hay algo real aquí, pero no sabe qué hacer con eso. No puede ni abrir la boca.
Y justamente desde ese lugar, cuando una persona no sabe ni qué decir, se le abre la solución.
Al final, todos debemos llegar a ser «el que no sabe preguntar».
Por cierto, en este punto del Seder, es buena idea que cada uno diga con qué hijo se identifica.

«Y es esa promesa la que sostuvo a nuestros padres y a nosotros. Porque no solo uno se levantó contra nosotros para destruirnos, sino que en cada generación se levantan para exterminarnos, y el Santo Bendito Sea nos salva de sus manos.»
Cada vez que sintamos que el ego amenaza con destruirnos, y tengamos un deseo verdadero de elevarnos sobre él, se nos promete que seremos redimidos.
La redención es un estado de relaciones completamente opuestas a las actuales: que me alegre por el coche nuevo del vecino, por el éxito de sus hijos. Y que él se alegre por lo que yo tengo. «Vi un mundo al revés «, se dice.
Y si queremos llegar a relaciones de amor así entre nosotros, todos nuestros enemigos se calmarán, e Israel ganará el respeto y aprecio del mundo entero.
¿Por qué? Porque el poder supremo es el que endurece el corazón de todos hacia nosotros, como endureció el corazón del faraón, para empujarnos a la corrección.
Y cuando queramos avanzar por nuestra cuenta hacia la conexión y el amor, y seamos una luz para las naciones, ya no necesitaremos esos empujones desde atrás.

Por eso, aquí y ahora, alrededor de la mesa del Seder, tratemos de tratarnos bien unos a otros. Dejemos de pensar críticamente sobre los demás. Queramos que haya amor entre nosotros.
Y entre plato y plato especial de la fiesta, esperemos también una «ración especial» de amor. Pidamos que se revele en medio de nuestra mesa hermosa, y que cada uno la reparta al otro. Esa es nuestra misión común para la festividad.
Intentemos ser como un solo hombre con un solo corazón: no hagas al prójimo lo que te es odioso, y ama a tu prójimo como a ti mismo. Esa es la esencia de la salida de la esclavitud a la libertad.

«Y nos sacó el Eterno de Egipto, no por medio de un ángel, ni de un serafín, ni de un mensajero, sino el Santo Bendito Sea en Su gloria y esencia.»
¿Quién creó en nosotros el instinto del mal? El poder supremo.
Y por eso, ahora, Él mismo debe crear en nosotros un instinto bueno.
«Elohim» en guematría es «naturaleza» (86), destacan los sabios de la Cabalá.
Ese poder supremo oculto en las profundidades de la creación —su naturaleza es amor, entrega, influencia positiva.
Con intención nos creó con una naturaleza opuesta a la suya, para que, a partir del mal, reconozcamos qué es el bien. A partir de la oscuridad, descubramos la luz.
Como criaturas, no podemos conocer nada sino por su opuesto.

«Estas son las diez plagas que trajo el Santo Bendito Sea sobre los egipcios en Egipto: sangre, ranas, piojos, mezcla, peste, úlceras, granizo, langostas, oscuridad, muerte de los primogénitos.»
El Zóhar explica que «el hombre es un mundo pequeño», y estos egipcios están dentro de nosotros.
Toda la Hagadá habla de lo que sucede internamente, de luchas entre fuerzas distintas que llevamos dentro.

Aunque no lo sintamos, el sistema de relaciones entre nosotros está construido de tal manera que de cada uno al otro pasan como diez hilos de conexión en los que se desea aprovechar al prójimo para el propio beneficio. Burlarse un poco, manipular, etc.
El propósito de las plagas es mostrarnos dónde está la raíz de nuestros problemas, y desconectarnos de esa actitud negativa hacia los demás.
Pasarnos al estado opuesto, donde queremos el bien de todos.
Cada plaga nos desconecta de una forma de ver antigua y nos conecta a una nueva.
Es como desconectar diez cables viejos de un aparato e instalar cables nuevos. Re-cablear todo el sistema de relaciones.

«¡Cuántos beneficios hizo el Creador por nosotros! Si solo nos hubiera sacado de Egipto y no hubiera hecho juicios contra ellos —¡Dayenu!»
La larga lista en la canción Dayenu enseña que podemos alcanzar cada cosa buena si solo tenemos la fuerza del bien.
Así como ahora sentimos entre nosotros en la mesa una sensación cálida, todos ayudan a todos, todos iguales, apoyando y amando, si extendemos esta actitud al resto de nuestras vidas, alcanzaremos todo lo bueno.

«El próximo año en Jerusalén reconstruida.»
Cuando el Estado de Israel dé un ejemplo de vida basada en conexión y amor, iluminaremos al mundo entero.
Todos nuestros enemigos se volverán aliados y vendrán a Israel con regalos.
Como dijo el profeta Isaías: «Los pueblos los tomarán y los traerán a su lugar, y la Casa de Israel los heredará en la tierra del Eterno»,
«Tus hijos serán traídos en brazos, y tus hijas serán llevadas sobre los hombros.»

«¿Quién conoce el Uno? Yo conozco el Uno: uno es nuestro Dios que está en el cielo y en la tierra.»
Ese mismo poder del bien que empezamos a sentir ahora en nuestra conexión especial, es el que maneja toda la realidad.
Y cuando nos parezcamos más a Él en nuestras relaciones de amor mutuo, alcanzaremos la verdadera libertad.

¡Jag Sameaj! ¡Feliz Pésaj!

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Publicado en: Judíos, News

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