Se suponía que la turbulenta carrera presidencial en Estados Unidos terminaría después de las elecciones, pero de hecho, el escenario político está lejos de estar tranquilo y callado. Mientras que la mitad del país reclama la victoria y celebra firmemente, la otra mitad se siente traicionada, agotada, robada y cuestiona y desafía el sistema democrático. ¿Qué cambios se requieren para recuperar la credibilidad de un sistema que ha mostrado imperfecciones?
Las elecciones democráticas trajeron al mundo desarrollo humano, libertad de expresión, donde, sin miedo, todos pueden expresar sus opiniones y divergencias, votar y manifestarse, pero ahora, vemos que el sistema que fue concebido como la panacea para escuchar las voces de todos y todas, llevó a millones de personas del mismo país a oponerse radicalmente entre sí, divididas en una mitad casi simétrica, completamente polarizadas.
Quizá la solución sea dividir oficialmente al país en dos, un territorio demócrata y un territorio republicano. Todos pueden reubicarse según su preferencia política y visitarse de vez en cuando, hacer turismo entre ellos, incluso, tener alguna relación comercial en ambos territorios, dividir la industria, la economía, la sociedad en general. Parece ser que si no pueden coexistir, la única alternativa será dividir al país.
¿Puedes imaginar un escenario así?
Está claro que desgarrar al país y dividirlo en dos partes no es posible, incluso si hipotéticamente fuera una alternativa, esa división tajante separaría familias, desmantelaría comunidades, dividiría cada átomo en cada elemento de la creación y plantearía enormes desequilibrios y gran peligro. La alienación es la causa de la ruptura social y eventualmente, puede conducir a la guerra.
Llegamos a un callejón sin salida, donde se cuestiona la democracia y no hay una mayoría indiscutible que determine el futuro de la nación. La sociedad actual exige resultados que consideren y representen a todos. De lo contrario, la credibilidad y la legitimidad del liderazgo del país se verán socavadas y la brecha entre los dos campos seguirá deteriorándose.
La nueva realidad requiere que todas las partes se sienten juntas en un círculo, como los indígenas del país solían reunirse en círculo alrededor de una fogata para encontrar solución a sus problemas más apremiantes, para pensar y decidir juntos sobre lo que se debe hacer.
La solución no puede ser renunciar a la posición propia. No es realista y no debería ser. Cuando un lado domina al otro, eventualmente, el resultado es destrucción. Levantarse unos contra otros, desear aniquilar a los que se oponen, contradice a la naturaleza, actúa contra la fuerza suprema que, desde el principio, creó dos lados en el mundo.
El propósito de la naturaleza al crear esta división es llevar a la humanidad a luchar por la conexión y construir una nueva realidad en común, con sentido de garantía mutua. Este objetivo se puede lograr cuando todos se eleven desde sus deseos egoístas instintivos y conscientemente, dejen de lado sus intereses particulares en beneficio del colectivo.
¿Cómo se puede desear pensar en los demás si naturalmente estamos inclinados a pensar sólo en nosotros mismos? Porque la alternativa es ingobernabilidad, caos colectivo, desconfianza y rivalidad, condiciones todas para la receta del desastre. Cuando hay caos nadie gana, todos pierden.
Por lo tanto, lo mejor para todos es darse cuenta que las heridas de la sociedad de EUA se pueden curar cuando los estadounidenses se den cuenta de que son interdependientes. La naturaleza nos muestra el sistema electoral perfecto. Elige la conexión sobre la disolución, la unidad sobre la división, la integración sobre la dispersión. Así, si queremos vivir en paz uno al lado del otro y tener éxito como sociedad, sólo necesitamos aprender de este ejemplo.
Creo que estamos llegando al final de un sello llamada democracia que no es otra cosa que una camisa de fuerza que nos vendieron, y que hemos defendido la humanidad pensando que es una madures de un sistema respectuoso, que lo que simpre han hecho es jugar con nosotros y donde unos pocos privilegiados han vivido una vida de reyes y la gran muchedumbre exclavisada de una forma tan sutil que solo nos dan el vagazo