En nuestra aldea global, las identidades nacionales parecen desdibujarse. La gente puede vivir casi en cualquier lugar que quiera, la cultura es más o menos la misma en todas partes, todo el mundo admira las mismas mega estrellas pop, los mismos multimillonarios dictan la agenda global, nos alimentamos de las mismas ideas y aspiramos a más o menos lo mismo. En este estado, la identidad nacional se vuelve casi irrelevante.
Pero cuando se trata de Israel, el panorama es muy diferente: nadie quiere que perdamos nuestra identidad, ni nuestros vecinos, ni el mundo. Todos exigen que Israel sea ciertas cosas y haga ciertas cosas, mientras que los israelíes sólo quieren que Israel sea un país entre países, un miembro modesto de la familia de naciones. Pero, todos nos señalan, generalmente para condenarnos y no tenemos idea de qué es lo que quieren de nosotros.
El problema no está en el mundo; está en nosotros. Si supiéramos qué es el pueblo de Israel, sabríamos por qué el mundo siempre nos exige y qué debemos hacer al respecto.
Todos saben que el padre de la nación judía, fue Abraham, cuyo linaje evolucionó hasta convertirse en lo que ahora reconocemos como judíos. Y aunque el Midrash escribió sobre él, Maimónides escribió sobre él y muchos otros sabios lo han mencionado a lo largo de los siglos, olvidamos que Abraham formó la nación. Cuando vio la realidad, se dio cuenta de que la separación que ha plagado a la humanidad desde sus inicios, está en contradicción con la naturaleza y formó su grupo de acuerdo con los principios de responsabilidad mutua y bondad, plasmados en las palabras «Ama a tu prójimo como a ti mismo». De ese modo, formó una nación que operó en congruencia con la naturaleza. A lo largo de los años, el grupo de Abraham se convirtió en nación y así surgieron los judíos.
La forma contradictoria de la conexión entre la gente, siguió atormentando y causó estragos en la humanidad. Las guerras cobraron millones de vidas y la norma siempre ha sido, hambre, opresión y abuso. Al mismo tiempo, los judíos, descendientes del grupo de Abraham, desarrollaron una sociedad con base en responsabilidad y amor mutuos y prosperó a pesar de los muchos intentos por destruirla. El mundo se dio cuenta de que los judíos habían encontrado el camino a la unidad y también la quisieron. Los judíos también sintieron que era su responsabilidad ser «luz para las naciones», dar ejemplo de unidad al resto del mundo. Como resultado, cada vez que los judíos eran presa de la división, las naciones los odiaban, pues no eran ejemplo a seguir y cuando los judíos se unían, el mundo los alababa y admiraba.
La responsabilidad de los judíos de dar ejemplo de unidad es la razón por la que las naciones no nos permiten olvidar quiénes somos ni mezclarnos entre ellos ni desvanecernos. Esta responsabilidad es también la razón por la que queremos fusionarnos y desaparecer, pues no queremos unirnos y ciertamente, no queremos ser modelo de unidad de nadie.
Pero el mundo no nos dejará desaparecer. Nuestra identidad única, que se deriva de nuestro deber único, no tiene fecha de vencimiento. Cuando hay más enemistad en el mundo, más nos culpa. No nos dirá que nos acusa de no dar ejemplo, pero cuando lo hagamos, veremos que seremos bienvenidos. Si no damos ejemplo, nada de lo que hagamos nos ayudará a aliviar su enojo. Mientras más nos alejemos unos de otros y vayamos a las naciones, tratando de apaciguarlas, más nos odiarán y despreciarán. Pero si nos volvamos uno al otro y nos esforzamos por unirnos por encima de nuestro odio, más nos elogiarán. Esto ha sido, es y siempre será la única regla que dominará el destino del pueblo judío.
Muchas gracias 🌹 Dios los bendiga grandemente 🙏 🌹