De hecho, en Dinamarca se lanzó un programa basado en inteligencia artificial (IA) que, según varios científicos, predice la esperanza de vida con un 78 por ciento de precisión.
La pregunta es si necesitamos ese mecanismo, es decir, ¿de alguna forma nos ayuda, saber la fecha de nuestra muerte?
Antes de preguntarnos si nos gustaría saber la fecha de nuestro fallecimiento, ¿no estaríamos más interesados en conocer los fenómenos de la vida, como si seremos sanos, ricos, si nos casaremos, etc.?
Con respecto a saber la fecha de nuestro propio fallecimiento, hay gente a la que le importa, es decir, se preocupa por organizar sus asuntos, prepara sus papeles y ordena todo de antemano, sin entrar en conflictos en el proceso.
Yo personalmente no lo necesito.
Hemos podido saber cuándo moriremos, incluso antes del desarrollo de la IA y de ninguna manera interfiere con el plan Divino ni nada por el estilo.
Una vez, cuando visité Canadá para enterrar a mi padre y quise apoyar a mi madre en esa hora, vi que estaba más o menos tranquila. Le pregunté: «¿Qué pasa?» Me respondió que había conocido a un hombre que le dijo con exactitud el día de la muerte de mi padre.
Me pidió que lo llamara y cuando lo hice, inmediatamente respondió: “Oh, eres el hijo de fulano de tal”. Sólo por mi voz. No me presenté y compartió conmigo mucha información sobre mí, incluida la fecha de mi fallecimiento.
Son simplemente habilidades psíquicas que se les dan a ciertas personas. No veo nada especial. Por supuesto, no todos poseen esas habilidades, ni esas personas saben por qué se las dieron.
Del mismo modo, no veo nada extraordinario en que la IA pueda predecir la fecha de muerte de la gente. Simplemente analiza cierta información terrenal y escupe una fecha que tiene sentido según varios parámetros.
Lo que importa más que la fecha de la muerte física, es el momento en el que muera nuestra intención egoísta -que constantemente nos hace desear beneficio a costa de los demás- y es reemplazada por la intención altruista de beneficiar a los demás y a la naturaleza.
Ese es el punto en el que descubrimos nuestra alma y ningún programa psíquico ni de inteligencia artificial puede predecir ese salto evolutivo interno.
La naturaleza en general nos guía por un proceso evolutivo de crecimiento del ego, hasta el punto de transición crítica, donde ya no podamos vivir dentro del ego. Y desearemos salir de nuestra estrecha naturaleza egoísta y entrar en una realidad mucho más expansiva. basada en una nueva naturaleza altruista: la realidad de nuestra alma eterna.
La muerte física no nos lleva a esa revelación. La logramos cuando anhelamos que desaparezca nuestra naturaleza egoísta -que nos esclaviza en su pequeña imagen utilitaria del mundo- y podamos sentir un mundo eterno y pleno.
Así alcanzaremos un estado llamado “corrección del alma”. Es un estado en el que rompemos los caparazones egoístas y podermos sentir, con todo nuestro corazón y sentimientos, la fuerza Divina de armonía y paz que habita en la naturaleza.
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