En este mismo instante, alrededor de 10,000 personas tratan de salvar al mundo de otro desastre natural. Al mismo tiempo, Amnistía Internacional informa que en el lapso de 28 años que transcurrió entre 1989 y 2017, casi 2,5 millones de personas han muerto en conflictos armados. Cuando vemos sufrimiento personal, como cuando un niño es sacado de las ruinas de un edificio destruido por una bomba o terremoto, nuestro corazón se estremece de compasión. De hecho, no sólo el ser humano sufre. En redes sociales hay muchos videos desgarradores que muestran animales tratando desesperadamente de cruzar una carretera o se defienden contra los depredadores y sentimos profunda empatía. Pero cuando millones mueren a causa de la guerra, el hambre o la enfermedad, cuando se abusa de decenas de millones con esclavitud, tiranía e innumerables formas de explotación, la mayoría somos insensibles y apáticos. Podemos ser cariñosos si sentimos que los individuos son débiles, pero nuestra indiferencia ante el sufrimiento de las naciones y las masas, expone nuestros motivos egoístas. Es importante reconocerlo, porque una vez que lo reconocemos podemos comenzar a transformarnos en personas genuinamente afectuosas.
Si nos ponemos en los zapatos de los demás, podemos sentir empatía. Pero eso no es bondad; es imaginar cómo me sentiría si estuviera en esa situación.
Es muy egoísta y además nos engaña haciéndonos pensar que somos caritativos y así nos sentimos bien. Lo que más frena nuestro cambio para ser realmente bondadosos, es pensar que ya lo somos.
Si queremos una imagen más fiel de nosotros mismos, debemos examinar qué sentimos ante cualquier sufrimiento, qué tan responsables nos creemos y si nos impulsa o no hacia una acción positiva de conexión y unidad.
La sensación de comunidad existe dentro de nosotros, pero está enterrada en lo profundo de nuestro ser. La naturaleza nos presiona para que la resucitemos, si no lo hacemos, tendrá que presionarnos hasta el límite y será un proceso muy doloroso. Podemos ver lo que la naturaleza hace con el planeta; plantas, animales y gente. Especies enteras se extinguen, se queman grandes extensiones de bosques, inundaciones repentinas destruyen millones de hectáreas, gente con hambre en todas partes, desde el Tercer hasta el Primer Mundo y una pandemia global que está causando estragos en nuestro orden social. Todos estos son los «intentos» de la naturaleza para impulsarnos a la acción, para que desarrollemos responsabilidad mutua y amor, en lugar del individualismo narcisista actual.
Si permitimos que la naturaleza actúe sola y no iniciamos la corrección por nuestra voluntad, la naturaleza lo hará, pero este camino será largo y sangriento, empapado de sudor y lágrimas.
No hay necesidad de sufrir así. Podemos empezar a trabajar en nuestra conexión en este mismo momento. Incluso si no lo logramos, nuestro esfuerzo funcionará y cambiaremos. Es mucho mejor intentar y fallar y volver a intentar hasta que funcione y aprendamos a cuidarnos unos a otros y no esperara a que la naturaleza nos cambie por la fuerza.
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