Hace unas semanas, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel presentó una moneda, extremadamente rara, de hace 2,000 años. Fue robada y sacada de contrabando de Israel y devuelta luego de una operación de inteligencia de la Autoridad de Antigüedades de Israel y de la oficina del Fiscal de Distrito de Manhattan en Nueva York.
La moneda es de un cuarto de shekel de plata, está fechada el cuarto año de la Gran Revuelta judía (66-73 EC) contra el Imperio Romano. En estos días, cuando incluso las organizaciones que forman parte de las Naciones Unidas niegan la conexión histórica de Israel con Jerusalén, esta moneda lo demuestra sin ninguna duda. Lamentablemente, a nadie le importa la verdad y las declaraciones sobre la “invasión” de Israel a Palestina seguirán, ya que la verdad histórica no tiene nada que ver con la política.
Hace doscientos años no había pueblos que se definieran como palestinos y reclamaran soberanía, mucho menos hace dos mil años. Sin embargo, esto no hará nada para revertir los cargos contra Israel. Nadie se fijará en la moneda ni la tratará como prueba.
La raíz del problema no es si estuvimos aquí o no ni si el mundo reconoce o no nuestra conexión histórica con la tierra de Israel. Sin importar la historia, el mundo no nos quiere aquí ni en ningún otro lado, por eso nos trata así. Si no nos odiaran, no necesitaríamos probar que somos de aquí. Como nos odian, ninguna prueba nos ayudará a ganar el favor del mundo.
La queja subconsciente de la humanidad contra nosotros es que no pertenecemos a esta tierra, porque no hacemos lo que se supone que debemos hacer, lo que el pueblo de Israel está destinado a hacer y obligado a dar al mundo. Como no cumplimos con nuestro deber para con el mundo, el mundo no siente que debamos estar aquí ni que debamos ser vistos como el auténtico pueblo de Israel.
Incluso, si la mayoría no puede articular sus quejas contra nosotros, siente que no cumplir nuestra misión; no entiende por qué el mundo necesita a los eternos parias. Si hiciéramos lo que debíamos, lo sentirían y nos abrazarían de inmediato. Nuestro gran “pecado”, por el que somos denunciados en el mundo, es sorprendente. No es cómo debemos tratar a otras naciones, sino de cómo debemos tratarnos unos a otros, a nuestros hermanos judíos.
En su mayor parte, sólo nuestros sabios y líderes espirituales sabían que nuestra actitud negativa interna es la raíz de nuestros problemas. En cada generación, destacaron que sólo la unidad y el amor a los demás nos salvó de la adversidad. Advirtieron que, a menos que nos unamos, nos caerán desastres a manos de villanos de entre las naciones.
Nuestros sabios también hicieron de la unidad, nuestro lema “Ama a tu prójimo como a ti mismo” es nuestra idea y también la responsabilidad mutua, dejar parte de la cosecha para los pobres y muchas otras leyes sociales. De hecho, el concepto de Tikún Olam (corrección del mundo) que a menudo preocupa a los judíos surge de la noción de que tenemos el poder de hacer del mundo un mejor lugar y que la forma de lograrlo es con unidad.
Sin embargo, lo que tendemos a olvidar es que, para lograr la unidad, el mundo necesita un faro, un faro que marque el rumbo. En otras palabras, tendemos a olvidar que debemos conducir el mundo, no predicando sobre la unidad y el amor a los demás, sino viviéndolo entre nosotros. Cuando le decimos al mundo que amamos a nuestro prójimo, pero sin inhibiciones nos burlamos de nuestros hermanos judíos y sólo les mostramos desdén, perdemos toda credibilidad.
Peor aún, nuestra nación fue hecha para ser nación modelo, el ejemplo que el mundo toma de nosotros es cómo nos tratamos unos a otros. Actualmente, es ejemplo de odio y división. En este estado, no traemos Tikún al mundo, sólo lucha y dolor.
Cuando dejemos de intentar demostrar que somos de aquí y comencemos a ganar nuestra presencia con nuestros esfuerzos por unirnos, el mundo finalmente nos creerá. Si nos abrazamos, el mundo nos abrazará. Si no lo hacemos, el mundo nos castigará, como lo viene haciendo cada vez que abandonamos nuestra unidad.
Paz y Bendiciones, muy buenas y sabias palabras ha escrito usted, fue reconfortante para mi leer su escrito hoy a tempranas horas, es bueno saber que personas como usted tienen claro y certeza del papel que juega Israel en el desenvolvimiento global..y que la actitud del pueblo de Israel con su prójimo en lo cotidiano es lo que determina la efectividad del agrado de Dios…