Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

La parábola del pecador que fue salvado por un botón

buenas obras intenciones sabiduríaHabía una vez un pecador que vivía muy mal, decidió entrar en razón y empezó a hacer buenas obras. Pero, no notó ninguna mejoría importante.

Un día caminaba por una calle y vio que a una anciana se cayó un botón del abrigo. Lo vio y pensó: “¿Debería recogerlo o no? Finalmente, tiene muchos botones”. De todos modos, decidió recogerlo. Alcanzó a la anciana, le dio el botón, siguió adelante y se olvidó de lo que hizo.

Cuando falleció, esperó su juicio para saber si iría al cielo o al infierno. Había una balanza: el lado izquierdo de la balanza, el que medía el mal, estaba lleno. El lado derecho, que medía el bien, estaba vacío. Pensó que iba camino al infierno, en eso llegó un ángel, puso un pequeño botón en la balanza derecha y la inclinó hacia el lado bueno.

El hombre se quedó asombrado: “¡Sólo un botón inclinó la balanza!” Escuchó al ángel decir: “Cuando pensabas que hacías buenas obras, desaparecían. Pero precisamente este botón que olvidaste, fue suficiente para que te salvaras”.

Es natural pensar que hacemos el bien en la vida y que pensamos en lo bueno que hacemos. Pero, lo que pensamos que son buenas acciones, no son realmente buenas en absoluto y en lo que no pensamos, lo que simplemente olvidamos, pudiera ser una acción mucho mejor que lo que pensábamos que fue bueno.

Esto nos lleva a la pregunta: ¿Por qué no podemos contar las buenas obras en este mundo? Porque debemos hacer buenas obras sólo con base en el deseo interior de hacer el bien y no sólo para probar que hicimos buenas obras.

Mucha gente despierta por la mañana y cuenta las buenas obras que hizo y al final, siente que es justa. Si lo hacemos, viviremos pensando que acumularemos buenas obras para el futuro.

¿Esas acciones son buenas? No, en absoluto, porque lo hacemos sólo para nosotros mismos. Al hacer las llamadas “buenas obras”, queremos obligar a la fuerza superior a compensarnos de alguna forma. Si no lo superamos, si no actuamos por encima de nuestros deseos egoístas sólo en beneficio personal, no hacemos ninguna buena obra.

Si vivimos calculando si vale la pena hacer algo o no y cuánto ganamos con cada una de nuestras acciones e interacciones, imaginando que nuestras “buenas obras” nos traerán beneficios futuros, no nos elevaremos por encima de nuestro ego innato, porque nos moverá sólo el deseo de beneficio propio. Según la sabiduría de la Cabalá, que es el método para superar nuestros deseos egoístas, ese enfoque es un fracaso total.

Elevarse por encima de la naturaleza egoísta es actuar con intención absolutamente desinteresada, la de beneficiar al mundo y los demás, sin obtener ninguna recompensa en absoluto, como si nadie supiera de esas acciones y nunca se enteraran.

Sin embargo, aún es positivo que la gente actúe pensando en la recompensa personal. No le aporta ningún beneficio real, pero es positivo porque, de cualquier forma, haremos un mundo con menos maldad que cuando no se piensa así. Las buenas obras serían desde un umbral y un nivel más elevados. En otras palabras, aún debemos hacer “buenas obras”, como se entiende comúnmente. No son buenas obras, pero si las hacemos, será un paso hacia la práctica de buenas obras reales.

Por eso, deberíamos acostumbrarnos a esas acciones, no por nosotros mismos, sino por los demás. Ese es el punto en el que nuestra alma comienza a abrirse hacia el mundo.

¿Qué es el alma? Es un espacio absolutamente vacío que debemos llenar con nuestro deseo de beneficiar al mundo, sin obtener recompensa. La humanidad se está desarrollando hasta ese estado y de hecho, es posible lograrlo.

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