Necesitamos entender que la brecha, cada vez más profunda entre izquierda y derecha está aquí para quedarse y crecer. Cuanto antes lo hagamos, mayores serán nuestras posibilidades de abordarlo correctamente, antes de que estalle en una guerra total.
La gente es diferente. Hay diferentes géneros, razas, colores y estructuras corporales. Estas son diferencias biológicas que no se pueden cambiar sin una gran interferencia con la naturaleza y aun así con resultados cuestionables.
De lo que somos menos conscientes es que nuestras opiniones, creencias y formas de pensar también están, en gran medida, dictadas por la naturaleza. Como tales, a menudo son inmutables. ¿Cuándo fue la última vez que alguien logró revertir totalmente tu opinión sobre algo que realmente te importaba? ¿cuándo fue la última vez que lograste hacerlo con alguien más? Preferir izquierda o derecha, está grabado en nuestro interior, casi tan profundamente como el color de la piel. Eso no quiere decir que no haya forma de cambiar de opinión con un lavado de cerebro o algún programa agresivo de reeducación o incluso, poniendo a alguien en un entorno totalmente nuevo, pero si hablamos de cambiar la opinión de millones de personas, simplemente apelando a su razón, nunca funcionará. Su razón funciona de manera diferente, igual que su mente y nunca estarán de acuerdo.
Piensa en tu propio cuerpo. Dentro de ti hay órganos que funcionan de manera muy diferente. Comparten el mismo ADN, pero si pones una célula del corazón en el hígado, no se volverá célula del hígado; probablemente moriría. Aunque se formó del mismo material hereditario, su naturaleza y modo de trabajo son muy diferentes y no podría sobrevivir en ningún entorno fuera del corazón, al que pertenece.
Ahora piensa en tu cuerpo sin ninguno de sus órganos ¿podría sobreviviría? Si sacara un solo órgano, moriría o se mutilaría gravemente. Cada órgano, por pequeño o insignificante que sea, es vital para nuestro bienestar y a menudo, para nuestra supervivencia. No quisiéramos que el páncreas, por ejemplo, fuera como el corazón, pues no tendríamos páncreas y tendríamos un corazón de más.
La sociedad humana es como nuestro cuerpo, pero a nivel macro. Quita sólo uno de sus órganos y habrás mutilado todo el sistema. Las divisiones que vemos entre la gente no son el problema; sólo buscan que la gente sea más consciente de su función en la sociedad y en realidad, es bueno. El problema es que no podemos trabajar como un sistema único de la forma en que nuestro cuerpo trabaja con todos sus órganos. No entendemos que nuestra sociedad es interdependiente, de la misma forma en que no somos conscientes de la interdependencia de nuestros órganos.
Tratar correctamente nuestras diferencias es ver el panorama general: que todos somos vitales, todos contribuimos y la humanidad no sería lo que es, sin todos y cada uno de nosotros. En nuestras discusiones, nunca debemos olvidar que somos una entidad. Está bien no estar de acuerdo; nos ayuda a crecer, a comprendernos mejor a nosotros y a los demás y a cumplir mejor nuestro deber para con la humanidad. Pero también debemos recordar que somos dependientes unos de otros y si no cuidamos que todos estamos sanos y si no ayudemos con nuestra parte al bienestar de la humanidad, nosotros tampoco tendremos futuro.
¿Qué pasa si un solo órgano o un par de ellos se arrogaran por la fuerza el derecho de utilizar toda la sangre y todo el oxígeno del cuerpo? ¿Qué deberían hacer los otros órganos moribundos? Deberían simplemente aceptar que su función en el cuerpo es sacrificar su propia subsistencia para garantizar la vida de los órganos parásitos? El problema no está realmente en el enfrentamiento entre izquierdas y derechas; sino entre ultra pobres y super ricos. Enfocar el descontento social simplemente como una cuestión de puntos de vista enfrentados e inmutables, es por lo menos insuficiente. Toda la historia de la humanidad está motorizada por el enfrentamiento entre pobres y ricos; realmente no importa si son de derechas o de izquierdas. O quién es quién. Importa si los hijos de los pobres pueden o no comer cada día, mientras los hijos de los ultra ricos cazan elefantes y comen diamantes.