Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

La raíz del racismo

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Foto de Koshu Kunii en Unsplash

Cuando intentamos hacer frente al racismo, tenemos que ver su raíz. No tiene sentido tratar de erradicar el racismo contra un grupo étnico o color de piel, si no extraemos su semilla. Lamentablemente, no podemos hacerlo, pues la semilla del racismo, la intolerancia y cualquier tipo de discriminación está en la naturaleza humana. La naturaleza humana, de la que se dijo que es malvada desde su juventud, es un egoísmo absoluto y dominante, la auto absorción en su peor forma.

No hay dos personas iguales. Negros, blancos, amarillos y rojos, hombres y mujeres, altos y bajos, pesados y delgados, alegres y sombríos, astutos e ingeniosos, optimistas y pesimistas, todos son rasgos que conforman lo que somos como humanos, rasgos que, en su mayor parte, no podemos cambiar. Hay tantas combinaciones de tantos rasgos, que no puede haber dos personas iguales.

Sin embargo, el problema no es que seamos diferentes. El problema es que odiamos lo diferente a nosotros en otras personas y amamos lo similar en ellas. Y como estamos cada vez más absortos en nosotros mismos, vemos muy diferentes a los otros. Por eso, el odio entre la gente no disminuirá; seguirá creciendo hasta que no podamos soportar a nadie, pues cada persona, de alguna manera pequeña e indetectable, no es como nosotros.

¿Pero de dónde vienen las diferencias? La sabiduría de la Cabalá explica que la realidad está formada por dos deseos básicos: un deseo de dar y un deseo de recibir. Estos dos deseos interactúan, pues el deseo de dar necesita un receptor y el deseo de recibir necesita un donante. Por eso, se comunican en cuatro tipos básicos de comunicación o mezclas de recepción y entrega. Estos cuatro tipos o fases de dar y recibir, existen en cada elemento de la realidad. En los humanos, se expresan (entre otras formas) en los cuatro tipos básicos de color de piel.

En resumen, el problema no es que seamos diferentes; es la naturaleza y es hermosa. En la naturaleza, amamos la forma en la que todo se complementa. Nos encanta ver el cortejo entre macho y hembra, el rejuvenecimiento constante de la naturaleza en el ciclo de vida y muerte, ver cómo cada elemento hace su parte en el ecosistema para crear un todo armonioso. Pero cuando se trata del hombre, luchamos para que todos sean iguales y denunciamos a cualquiera que se atreve a celebrar la variedad humana, como fanático. Al hacerlo, nos condenamos a la miseria.

Igual que en la naturaleza, la humanidad es un todo complementario. Nuestro destino es trabajar en armonía como toda la realidad, donde todas las piezas contribuyen, se apoyan, se abrazan y celebran sus diferencias. Sólo si ponemos el todo por encima del yo, el»nosotros» por encima de «mí», el público por encima del individuo, sólo así realmente podremos celebrar y expresar plenamente nuestras cualidades únicas. Porque, ¿cómo podemos saber quiénes somos si siempre tratamos de emular a otros? ¿cómo sabemos qué podemos dar a la sociedad si todo lo que pensamos es lo que la sociedad dice que debemos pensar? Así, la sociedad termina ahogándonos, terminamos odiándola y en lugar de contribuir, pensamos en retribución. Esta es la mentalidad predominante en nuestra sociedad actual.

Las diferencias entre la gente no sólo son indelebles, son vitales para nuestra salud como sociedad. No seríamos una humanidad completa si no fuera por todos nosotros, con todas nuestras diferencias. Si viéramos la belleza de la humanidad, más allá de nuestro pequeño ego, entenderíamos el magnífico mosaico que formamos, tan colorido como la naturaleza misma. Pudiéramos celebrar nuestra variedad y abrazarla y mientras más diferencias veamos en la gente, más las amaremos, pues más colores y formas del mosaico nos revelarán.

Así, sucintamente, la raíz del racismo no está en nuestras diferencias, sino es nuestra ambición injusta de hacer que todos sean iguales. Por eso, la solución al racismo es apreciar, atesorar y abrazar la singularidad de cada uno como propia. Necesitamos amar a cada uno, porque lo que otro ser humano único puede darle a la humanidad, nunca lo podré dar yo. Y si él no lo diera, la humanidad siempre estaría deficiente.

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Un comentario sobre “La raíz del racismo
  1. Juana Awilda del Pilar dice:

    Se ve a simple vista que Dios ama la diversidad. ¿Por qué no aprendemos a amar toda la creación tal y como Dios la hizo.?

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