Cada día que pasa, tenemos que entender que, a pesar de las crecientes tensiones, odiamos al enemigo equivocado. Pensamos que el enemigo es el que apoya a la otra parte o el que pertenece a otra raza o el privilegiado de algún modo, el rico, el inteligente, el guapo, el afortunado o cualquier otra cosa que nos gustaría ser o tener.
Ninguno de ellos es mi verdadero enemigo. Siempre ha habido y habrá gente con más éxito que nosotros. Pero no nos sentíamos mal ni sentíamos que los queríamos fuera de nuestra vida o tal vez, incluso fuera de la existencia. Siempre estuvieron aquí, pero nosotros éramos diferentes. Éramos menos susceptibles, menos ensimismados o simplemente, menos egoístas. Sí, nuestro propio ego, es el enemigo.
No podemos controlarlo; crece en nuestro interior y es tan parte de lo que somos que ni siquiera sentimos que sea el problema. Pero si no aprendemos a trabajar con él, nos llevará a una guerra civil, porque no podremos tolerar la existencia de nadie más que la nuestra y la de aquellos que piensan como nosotros y se parecen a nosotros.
No habrá ganadores en esta guerra porque no es la guerra correcta. La guerra correcta es contra nuestro propio ego y sólo podemos derrotarlo si la libramos específicamente junto a aquellos que son diferentes de nosotros, que nos disgustan y que desaprobamos, pues es la única alianza que nuestro ego nunca apoyará.
Pero tiene que ser una decisión común, tomada por toda la sociedad en todas sus facciones o, estará destinada a fracasar. Podrás preguntarte ¿por qué debería la gente cooperar con gente a la que odia o incluso relacionarse positivamente? La respuesta es que no tenemos opción. Si no lo hacemos, todos caeremos. Llegamos a un estado en el que somos totalmente dependientes unos de otros y somos más dependientes de aquellos que más nos disgustan.
No sólo nosotros, toda la realidad está compuesta de opuestos que se complementan. No se gustan, pero son totalmente dependientes unos de otros y su propia existencia garantiza y sostiene la existencia de su opuesto o «rival». Piensa en la «noche» sin el «día», «invierno» sin «verano», «seco» sin «mojado». O cuando se trata de la gente, piense en «negro» sin «blanco», «republicano» sin «demócrata», «liberal» sin «conservador». ¿Te imaginas una moneda con un solo lado? Así de dependientes somos nosotros.
Pensamos que cuando Darwin descubrió el principio de «Supervivencia del más apto», quiso decir que sólo los más mezquinos y beligerantes sobreviven. Es una mala interpretación de sus palabras, que nuestro belicoso ego nos impone. Un libro reciente de Brian Hare y Vanessa Woods titulado Survival of the Friendliest (Supervivencia de los más amigables) escribe que, «para Darwin y los biólogos modernos, la «supervivencia del más apto» se refiere a algo muy específico: la capacidad de sobrevivir y dejar atrás una descendencia viable. No se pretende ir más allá». Además, añaden que «Darwin estaba muy impresionado por la amabilidad y la cooperación que observaba en la naturaleza» y citan su libro Descenso del Hombre, que dice: «Las comunidades, que incluían el mayor número de miembros cariñosos, florecían mejor y tenían el mayor número de descendientes».
Vamos en la dirección opuesta. Estamos rompiendo el tejido social, desgarrando nuestras comunidades y desmantelando el país. En esas circunstancias, nosotros mismos no sobreviviremos. Y el único culpable es el ego humano. Ahora estamos en un punto en el que, o nos unimos contra él y nos ayudamos a superarlo animándonos a conectarnos y tratando de unirnos con los que son diferentes o, el ego ganará y todos lo perderemos todo.
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