No hemos terminado con un virus y aparece otro. La viruela del mono, un primo normalmente leve, del mortal virus de la viruela, existe desde 1958. Sin embargo, ha sido principalmente endémica en África. Ahora, como todo, se convirtió en una amenaza global. Según la última actualización de la Organización Mundial de la Salud (OMS), «ahora hay un total de 131 casos confirmados de viruela del mono… en 19 países». Aunque, la OMS también dice: «El brote es inusual, pero aún puede ‘contenerse'».
No estoy seguro de que sea el inicio de una nueva pandemia, los expertos no creen que lo sea. De cualquier manera, si no es esta amenaza, otro peligro vendrá de la naturaleza para que aumente nuestra sensibilidad y veamos cómo nos trata.
Nada es más poderoso que la propia naturaleza. A este respecto Baal HaSulam, gran pensador y cabalista del siglo XX escribió en su ensayo La Paz que, Dios y la naturaleza son sinónimos. Y, ¿qué quiere Dios o la naturaleza, de nosotros? ¿por qué castiga a la humanidad con los mismos golpes al mismo tiempo y por qué ocurre específicamente ahora?
La respuesta viene de nuestro propio comportamiento. El hecho de que tanta gente se plantee estas preguntas tan serias es exactamente lo que la naturaleza «quiere» conseguir, si se puede decir así. Pero ¿por qué la naturaleza nos impone esas limitaciones? ¿por qué nos hace tener miedo de acercarnos a los demás? Precisamente porque cuando no tememos acercarnos a los demás, lo hacemos para dañarlos o usarlos o, ambas cosas.
La naturaleza seguirá asestando golpes inesperados hasta que entendamos que la raíz del problema no está en el reino animal, sino en los males sociales de la humanidad. La alienación y el odio mutuo están enfermando nuestro cuerpo, nuestra mente y el mundo que nos rodea. Esta es la gran lección que la naturaleza intenta enseñarnos con sus plagas.
Como el mundo es un sistema conectado, todo lo que hacemos, decimos o pensamos afecta al mundo entero. La alienación y la agresión que dominan en las relaciones humanas impregnan el resto de los niveles de la naturaleza y producen efectos negativos. No sólo producen nuevas enfermedades, también todos los desastres naturales. Pero, en realidad, son el reflejo de nuestra actitud adversa hacia los demás y hacia la naturaleza, que recibe la influencia del único elemento enfermo del ecosistema global: el ser humano.
Si queremos evitar que plagas futuras nos acechen, debemos buscar la raíz del problema: nuestras dañinas relaciones mutuas y con la naturaleza. Si dejamos de albergar pensamientos negativos hacia los demás, dejaremos de emitir negatividad en el ecosistema.
Para conseguirlo, no debemos centrarnos en la negatividad de nuestros pensamientos, sino en crear una atmósfera positiva y solidaria para todos. Si nos centramos en ver la contribución de cada nación y cada individuo a la sociedad y si la gente usa sus habilidades y talento para el bien común, cambiaremos la atmósfera que nos rodea, eso detendrá la constante rezuma de malevolencia en el mundo. Esto, a su vez, detendrá la producción de mala voluntad de la naturaleza hacia los humanos.
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