Desde hace varias semanas, ha habido una serie de eventos sísmicos en y cerca del Mar Mediterráneo. Primero, el volcán Etna en Italia, entró en erupción. Luego, una serie de terremotos azotaron a Creta y actualmente, el volcán Cumbre Vieja entró en erupción un poco más al sur, en el Atlántico, en la isla española de La Palma, frente a la costa de Marruecos. Nada sucede sin una razón. Si sabemos que la realidad avanza hacia el equilibrio y estos eventos también van en ese camino. Lo que tenemos que aprender es a lograr equilibrio sin pasar por trastornos y desastres en el camino hacia la paz.
Los biólogos lo llaman «homeostasis»; los físicos lo llaman entropía o «estado de equilibrio termodinámico». De cualquier manera, el estado final y saludable de la naturaleza es equilibrio y armonía. Erupciones volcánicas, terremotos, tormentas masivas y otras amenazas, indican el nivel de desequilibrio de la naturaleza. Estas son las válvulas con las que la naturaleza libera el exceso de presión en los distintos niveles. Mientras más intensa sea la presión, más intenso será el desastre natural.
Cuando buscamos a nuestro alrededor la causa de la creciente presión de la naturaleza, no la encontraremos. Parece estallar sin motivo. En el pasado, los humanos pensaban que, para apaciguar a los dioses, es decir, a la naturaleza, debían sacrificar a otros seres humanos, a veces, incluso a niños. Cuando se volvieron más «civilizados», comenzaron a sacrificar animales, luego plantas, hasta que abandonaron los sacrificios por completo. Pero la ira de la naturaleza sigue siendo una parte muy importante de nuestra vida.
El caso es que hay una razón para la aparente furia de la naturaleza, que hoy sabemos que es el desequilibrio y hay algo que debemos sacrificar para «apaciguarla». Sin embargo, ese algo no está fuera, sino dentro de nosotros: es nuestro propio ego, nuestra naturaleza egoísta, que está grabada en nosotros desde que nacemos.
Actualmente, adoramos a nuestro ego. Atendemos sus caprichos y lo único que deseamos es satisfacerlo.
Pero, si seguimos adorándolo, destruiremos nuestro planeta y nos destruiremos a nosotros mismos en el proceso. La única forma de asegurar una buena vida para todos es pensar en todos y no sólo en nosotros mismos.
Si comenzamos a cultivar patrones de pensamiento más inclusivos, más afectuosos y de responsabilidad mutua, cambiaremos nuestra vida de manera espectacular. El único elemento en desequilibrio con el resto de la naturaleza, desaparecerá, la ira de la naturaleza disminuirá y la paz será la reina suprema.
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Balance que podemos lograr desde nosotros mismos también va afectar nuestro entorno