Hace algunas semanas, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, estuvo frente a una elegante pantalla táctil similar a una tableta, de una gran máquina productora de carne, eligió el porcentaje de grasa que quería en su bistec y presionó “Imprimir”. Unos minutos después, su pedido estaba preparado. Imprimir pescado tomó sólo un minuto. Pronto, la carne y el pescado cultivados estarán disponibles en supermercados israelíes. Incluso antes, la leche cultivada estará en los estantes. Las máquinas están preparadas, se firmaron acuerdos de distribución, las pruebas médicas fueron exitosas y se completaron los procedimientos. El sueño de consumir proteína animal sin criar ni matar animales, está a unos meses o años de convertirse en realidad, ¿Israel resolvió los problemas alimentarios del mundo?
Especialmente cuando se trata de alimentos y medicamentos, precaución y prudencia son críticas. Y con todas las precauciones debidas, podremos resolver los problemas alimentarios del mundo. Aunque, en ningún avance debemos sacar conclusiones precipitadas, antes de que la distribución comercial esté en marcha y el público consuma los productos. Especialmente en áreas desfavorecidas como partes de África y Asia, la producción mecánica masiva de carne, pescado y leche puede ser un salvavidas en el pleno sentido de la palabra.
Pero ¿será un salvavidas? Lamentablemente la naturaleza humana se interpondrá en el camino. La inclinación al mal del hombre se adelantará y aprovechará la oportunidad para ganar más dinero, para explotar, humillar, degradar y abusar de más gente y de nuevas formas. Con toda probabilidad, la humanidad desperdiciará otra gran oportunidad para terminar con la miseria y los ricos y poderosos lo serán más, mientras que los indigentes tendrán menos.
Teóricamente, una de las formas en las que la sociedad puede mitigar la explotación potencial de esas innovaciones, que pudieran cambiar la vida, es creando fondos de riqueza social, como el que hay en Noruega, que usa, para el bien común, algunas de las ganancias de su industria petrolera. Otra forma de equilibrar las ganancias gigantescas esperadas, es modificar las regalías que el Estado recauda, de los fabricantes de proteínas cultivadas. El Estado de Israel lo hizo cuando se descubrió gas natural frente a sus costas y todos parecen estar contentos con el acuerdo.
Aunque, en la práctica, creo que esos arreglos no se mantendrán por mucho tiempo. Al final, la humanidad seguirá el camino del ego, como siempre lo hace y perpetuará el abuso del conocimiento y la tecnología, al servicio de los ricos.
Una nota al margen, con respecto a los avances en tecnología alimentaria en Israel, es que muchos creen que estas tecnologías mejorarán el estatus internacional de Israel. En los últimos diez años, Israel se ha convertido en líder mundial en resolver algunos de los problemas más apremiantes de la humanidad: es líder mundial en agricultura y en conservación y desalinización del agua. Se volvió exportador de gas y de un país que dependía del petróleo para su supervivencia, es casi independiente energéticamente. Su industria militar dio un salto adelante y hoy, Israel fabrica y exporta casi todo, excepto aviones de combate. Ahora, con los avances en tecnología alimentaria, también está subiendo al carro de producción de alimentos.
Sin embargo, todas estas bendiciones no hacen ni harán a Israel más popular entre las naciones. Algunas naciones pueden querer su conocimiento y tecnología y están dispuestas a poner cara amistosa para obtener un descuento, pero ahí termina el «favor» de Israel a los ojos de las naciones. La única forma en la que Israel puede ser verdaderamente aceptado por las naciones será cuando “exporte” unidad y cohesión social. A pesar de todo el brillo y la gloria de los sistemas de armas sofisticados y la tecnología alimentaria avanzada, lo único que el mundo necesita de Israel es que sea ejemplo de unidad. La cohesión social es el único “producto” que las naciones quieren, pues nadie sabe cómo hacerla e Israel puede, debe y se espera que lo dé. Si Israel lo hace, no necesitará armas ni herramientas de piratería ni ninguna otra protección para asegurar su lugar entre las naciones.
Además, si da unidad al mundo, la humanidad sabrá cómo usar las innovaciones tecnológicas en bien de ella misma y no sólo para los pocos ricos, poderosos y abusivos.
Deja una respuesta