Con tantas crisis, parece que lo que más necesitamos hoy, es un líder competente. Los jefes de estado en ejercicio parecen estar preocupados, principalmente, por su propio legado o su propia supervivencia, más que por la supervivencia de su país y, mucho menos por su prosperidad. Además, en un mundo globalizado, los líderes no pueden preocuparse sólo por el beneficio de su propio país, porque cada país depende de todos los demás. Aunque todo el mundo lo sabe y entiende, nadie parece actuar en consecuencia. Parece que nos espera un duro despertar.
A medida que, de año en año y de generación en generación, evolucionamos, nuestras expectativas y aspiraciones también cambian. Por eso, el líder debe ser alguien cuyos ojos y mente estén igualmente entregados al presente y al futuro. Los líderes deben ver hacia dónde se dirige la humanidad y preparar a su gente para ese estado. De lo contrario, no son líderes sino seguidores.
El principal problema con los líderes de hoy es que, aunque el mundo se volvió completamente interconectado e interdependiente, guían a su país como si lo único que importara fuera el bienestar de ese país. No se dan cuenta de que las políticas que dañan a otros países, dañan también a su propio país.
Peor aún, incluso si se dan cuenta, rara vez actúan en consecuencia, pues el ego humano evolucionó a un nivel en el que no le importa nada más allá que la recompensa inmediata. Por eso, una política que inflige daños futuros no es rival para una política que otorga recompensas inmediatas, aunque sean falsas.
Dicho esto, creo que es un error culpar a los líderes. Los líderes son producto de su nación y no pueden elevarse por encima de ese nivel, pues es la nación la que los enaltece o destrona. Por eso, más que conformar el espíritu de la nación, lo reflejan.
Si queremos líderes que comprendan el espíritu de la época y puedan ajustar su liderazgo a ella, primero debemos educarnos nosotros mismos, al pueblo, para esta época particular. Así, los líderes de las naciones sabrán qué hacer y tendrán el apoyo de su gente.
De ello se deduce que los líderes no podrán tener en cuenta la interconexión global, antes de que se convierta en la mentalidad predominante en el público. Aunque la mayoría del público no lo entienda ni piense en ello, es necesario que se comprenda que, pensar sólo en nosotros mismos es contraproducente y no sirve a nuestros intereses personales.
Una vez que los líderes comiencen a pensar en el beneficio del mundo y no sólo en el de su país o como hoy es el caso, en su beneficio personal, podremos formar sistemas funcionales y sostenibles que beneficien a toda la sociedad humana. Cuando la gente entienda que también debemos preocuparnos por el beneficio de la humanidad y el beneficio del planeta, los líderes diseñarán políticas sostenibles y dejarán de enfrentar nación contra nación de manera imprudente e innecesaria. La paz mundial y la vida sostenible deben tener como base comprender que todos somos interdependientes, que triunfaremos juntos o fracasaremos juntos.
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