Los «expertos» no dejan de advertirnos que pronto, no habrá suficiente comida para alimentar a la humanidad ni suficiente agua dulce para beber. ¿Recuerdas el pico del petróleo, cuando un montón de «expertos» nos advirtieron que pronto nos quedaríamos sin petróleo, que los precios de la gasolina se dispararían y que las colas en los surtidores se extenderían por kilómetros? ¿por qué nadie lo menciona ahora? Nunca fue cierto. Era una historia para contar al mundo, útil para promover los intereses de cierta gente y corporaciones mega poderosas, pero una vez que el «hecho» se volvió redundante, salió del radar.
Lo mismo ocurre con la escasez de alimentos y agua: Es falsa, una escasez creada por el hombre, que se promueve para satisfacer los intereses de quienes dirigen el mundo. El hambre en la Tierra es real, pero la verdadera historia, no es escasez, es crueldad y codicia.
Para mantener los precios y los beneficios lo más altos posible, se tira a la basura casi el cincuenta por ciento del alimento que producimos. Reflexiona en esta cifra por un momento. Si tiramos a la basura la mitad del alimento que producimos y la mayoría del mundo sigue teniendo suficiente para comer, quiere decir que incluso hoy, al ritmo actual de producción de alimentos, podemos abastecer a una población mundial dos veces mayor que la actual.
Si redujéramos la producción a la mitad, pero nos aseguráramos de que todos tuvieran alimento, podríamos reducir la contaminación de aire, agua y suelo, de forma tan drástica que superaría con creces las mayores esperanzas de los defensores del cambio climático. Además, no haría falta ningún esfuerzo para lograrlo. Al contrario, haríamos menos y lograríamos mucho más.
Lo mismo ocurre con el hambre. Fácilmente podríamos dar alimento suficiente y agua dulce en abundancia a todos. El problema es que en algunos lugares la provisión de alimentos no se paga tan bien y donde los beneficios no son altos, nadie quiere producir.
Además, el hambre es buena en política: permite que, corazones sangrantes y otros benefactores, vayan a las zonas afectadas, con equipos y cámaras para documentar su «ayuda» a los pobres y a los moribundos. El hambre es rentable, pero no para los hambrientos, sino para los ricos que la crean y la perpetúan. El hambre crea algo más que relaciones públicas. Es genial para promover una agenda que da poder a los poderosos y debilita a los débiles y para controlar la política de los países subordinados.
A nadie le duele que los hambrientos y los enfermos agonicen y perezcan. No le duele a nadie más que a los enfermos y a los hambrientos y ellos no pueden cambiar nada.
No es que mis palabras vayan a cambiar la conducta de la gente; la mala voluntad está arraigada en el fondo de nuestro corazón. Pero si estos mensajes pueden abrir los ojos de la gente para que vea la realidad tal y como es, hay esperanza de que algo empiece a cambiar.
En este momento, lo único que podemos hacer es conocer la verdad. Por ahora, es todo lo que necesitamos para iniciar el cambio. Si un número suficiente de gente entiende lo malvados que nos hemos vuelto y repele de todo corazón esa maldad, iniciará una bola de nieve.
Conciencia, tenemos que centrarnos en la conciencia de nuestra naturaleza torcida y corrupta, hasta el punto de detestarla. Así como nos alejamos de lo que aborrecemos, huiremos de nuestro propio ser. En lugar de tratar de abusar de todo lo creado, empezaremos a preguntarnos para qué se creó.
No tenemos que preocuparnos por, qué comer, sino por, qué ser. Cuando las preguntas sobre el propósito de la vida nos inquietan, dejamos de dominar y empezamos a escuchar. En lugar de hablar, empezamos a conversar. Y ahí empieza el verdadero crecimiento.
Forzarnos a cambiar nuestro comportamiento, es inútil. Pero si nos elevarnos por encima del nivel de dominio material, se pondrá orden en nuestro mundo material y también nos ocuparemos en buscar el significado de la vida, en lugar de tratar de negarle vida a los demás.
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