En 2012, el Instituto ARI, del cual soy fundador, publicó el libro: «Los beneficios de la nueva economía: Solucionando la crisis global a través de la garantía mutua». El libro describe un mercado laboral futurista en el que pocos trabajan y satisfacen las necesidades del resto de la humanidad, los demás se ocupan en «trabajos de corazón», conectarán sus corazones y crearán un entorno social de responsabilidad y cuidado mutuos. Unos años más tarde, la idea comenzó a afianzarse, a medida que los gobiernos comenzaron a jugar con la noción de Ingreso Básico Universal (IBU) que estipula que los gobiernos garantizan los medios de vida básicos de todos.
En 2017, el periodista Thomas Friedman comprendió la idea con más claridad cuando escribió que, en el futuro, la gente tendrá que «crear más valor con corazones y entre corazones». En una entrevista con el British Council, Friedman dijo: “Solíamos trabajar con nuestras manos, las máquinas las reemplazaron; luego comenzamos a trabajar con nuestra cabeza en la economía del conocimiento, después creo que vamos a trabajar más con nuestro corazón». Estaba en lo correcto, las máquinas harán el resto.
Un futuro de cero desempleo y total satisfacción
Cuando se trata de trabajar con el corazón, no hay desempleo. Todos pueden y deben contribuir. Debemos entender que el mundo está pasando por un cambio importante. La humanidad está desarrollando un enfoque nuevo y fresco de la realidad, incluso si aún no lo saben. Los «trabajos» que tendremos en la realidad emergente, requerirán trabajar con nuestro pensamiento mutuo, nuestras conexiones sociales y nuestros deseos, las máquinas harán el trabajo físico e «intelectual».
Los «trabajos» que tendremos en el futuro requerirán nuestro poder interno. Hasta hoy, empleamos sólo la fuerza natural: la fuerza egoísta que lucha por beneficiar al yo, a expensas de los demás. Pero el mundo llegó a un punto en el que no podemos seguir usando sólo esa fuerza, pues empuja a la sociedad humana y al planeta entero a un abismo de egoísmo desenfrenado.
A diferencia de los humanos, la naturaleza está en equilibrio, dos fuerzas operan en ella: una fuerza positiva que da, junto a una fuerza negativa que recibe. Ahora, nosotros también debemos aprovechar la fuerza positiva y activarla, si queremos restablecer el equilibrio en nuestro mundo. Así como nuestra voluntad, nuestras pasiones y deseos nos empujaron a buscar beneficio para nosotros mismos, ahora nos empujarán a lograr beneficios para toda la realidad y especialmente para la sociedad humana. Seguiremos trabajando con nuestros deseos, con nuestra energía, pero ese deseo funcionará en la dirección opuesta a la que hemos utilizado hasta ahora; trabajará para unirnos en un vínculo de cuidado, afecto, calidez y amor, por sobre todo los contrastes en la sociedad humana.
No es que no hayamos usado la fuerza positiva en absoluto. Lo hicimos, pero sólo a un nivel biológico muy básico, para mantener nuestro cuerpo saludable. Pero en nuestra vida social, nos inclinamos demasiado al ego, hasta el punto de perturbar a la sociedad y provocar los enfrentamientos y conflictos que vivimos hoy.
Ahora, que cada vez más gente tiene suficiente tiempo libre, debemos comenzar a revisar a la sociedad. El sustento básico debe asegurarse, ya sea con beneficio monetario o estampillas o entrega de bienes. El tiempo libre estará lleno de actividades sociales que mejoran la fuerza de otorgamiento.
El nuevo «trabajo» requerirá la participación de todos.
Pues es para remodelar a la sociedad, todos participarán en la transformación: hombres, mujeres, los que tienen trabajo «regular» y los que no lo tienen.
Los beneficios sociales de esos trabajos son obvios: solidaridad, ausencia de crimen y violencia, mayor capacidad de recuperación mental y emocional y una sensación general de satisfacción con la vida. Pero hay otro beneficio importante de esta ocupación: todos lograrán satisfacer sus aspiraciones. Dado que todos contribuirán con sus habilidades y energía en beneficio a la sociedad, la sociedad tendrá interés en que cada uno cumpla sus sueños.
Si, por ejemplo, alguien sueña con ser un gran científico, ¿no le interesa a la sociedad ayudar a cumplir ese sueño? ¿y un gran líder, atleta o cualquier cosa que cada uno quiera hacer? Mientras se use el talento para beneficiar a la sociedad, la sociedad tendrá interés personal en ayudar a realizar todas las ambiciones. Y lo mejor es que una vez que el individuo logre su objetivo, descubrirá que la mayor alegría no es la hazaña en sí, sino que al hacerlo, hace felices a otros. Esta será la mayor confirmación de que la meta es digna, nada es más gratificante que saber que nuestra meta en la vida fue digna y dejó una impresión duradera y memorable en la humanidad.
Habrá dolor en el camino hacia esta sociedad ideal, pero ya está al alcance. Cuanto antes comencemos a trabajar en su construcción, antes se convertirá en nuestra realidad. La necesidad de abandonar la existencia basada en el ego ya es evidente; ahora depende de nosotros determinar cuánto tiempo llevará construir un mundo equilibrado de cuidado mutuo y solidaridad.
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