Se espera que la fiesta de Pésaj de este año sea la más singular de la historia moderna. Por primera vez, el pueblo judío, independientemente de su ubicación, celebrará no sólo alrededor de la mesa, también dentro de la Web. Es especial pues hay restricciones físicas para celebrar con la familia extendida, en particular para proteger a los ancianos que son los más vulnerables para, potencialmente, contraer el COVID-19. Esta nueva situación también es una oportunidad para alejarse y ver el panorama general: la conexión entre la salida de Egipto y la salida de esta pandemia.
En la noche de Pésaj, todos se sientan con sus seres queridos en una mesa festiva para leer sobre la libertad, el sufrimiento de la esclavitud, las plagas y el deseo de liberación. Nos preguntamos, Ma Nishtana (¿qué cambió?), es una reflexión interna sobre lo que hace que esta noche sea diferente de todas las demás. Este año, esa pregunta tradicional adopta una dimensión más profunda, nos exige un escrutinio intenso y minucioso.
Pasar por encima de todas las calamidades
Pésaj quiere decir «paso» o «transición», del estado egoísta de amor propio a amar al prójimo, pensar en los demás, aunque sea un poco. Esta transformación es similar a reemplazar completamente el programa operativo de una computadora. Así mismo, tenemos que reemplazar nuestro programa interno actual con enfoque egoísta y utilitario con uno de consideración mutua.
La pandemia de coronavirus se extendió a todo el mundo precisamente para cumplir ese propósito: hacernos comprender que toda la humanidad es una sola unidad, donde cualquier elemento de la naturaleza, incluso tan minúsculo como un virus, puede afectar a todo el sistema, en un abrir y cerrar de ojos. La pandemia nos dice: “Quédate en casa; estarás aislado hasta que te des cuenta de que, internamente estás encerrado dentro de tu ego». Nuestras circunstancias actuales indican que la naturaleza está interconectada y que los humanos son los únicos que están aislados, internamente separados.
La frase, «fuimos esclavos», que recitamos como parte de la tradición del Seder, se refiere al gran ego que lo gobierna todo, a que somos esclavos del faraón, de nuestro egoísmo, de nuestra falta de consideración por los demás. En el mundo moderno, parece que elevamos el poder del faraón a tal altura, que nos golpea con su inmensidad. El ego desenfrenado nos enfrenta a los demás y provoca rechazo, disputas y luchas.
COVID-19, no plaga sino oportunidad
Todos los seres humanos y todas las partes de la naturaleza están vinculados dentro de un sistema cerrado, si un individuo sólo piensa en sí mismo, es perjudicial para los demás. Además, el daño se reproduce y propaga amplia y rápidamente, como epidemia. Igual que un cuerpo sano requiere la integración completa de todos sus órganos y sistemas, una sociedad sana también requiere integración, es la única forma de asegurar que no se dañe ni la humanidad ni el resto de la naturaleza. Con el coronavirus, la naturaleza nos hace conscientes de que la garantía mutua, ser un hombre con un corazón, es necesaria para nuestra supervivencia.
Por eso, el COVID-19 no puede considerarse una plaga maligna, que apareció sin motivo ni propósito, igual que las plagas en la Haggadah, que tradicionalmente leemos en el Seder de Pésaj (comida ceremonial). El virus, en realidad, es una oportunidad para la humanidad, hoy más que nunca, de liberarse de las garras de la esclavitud y de la autodestrucción. Estos tiempos desafiantes ponen un espejo ante nosotros, crean conciencia de lo que necesitamos corregir para estar en equilibrio con la naturaleza, que debemos tener intención de considerar el bienestar de los demás. Si nuestro propósito detrás de la conexión con el mundo, es explotar todo lo que nos rodea sólo para beneficio personal, llega el momento en que esa mala conexión es tan insoportable, que la naturaleza nos separa, manifestándose como una calamidad.
Cuando arreglemos nuestras relaciones humanas disruptivas y destructivas y nos unamos por encima de nuestras diferencias, seremos salvados de nuestros enemigos y saldremos del exilio a la libertad. Saldremos de nuestros pensamientos y acciones egoístas hacia el otorgamiento, ese es el significado más profundo de salir de Egipto.
Cada vez que unimos nuestros corazones y buenas intenciones con otros, somos conscientes del principio «ama a tu prójimo como a ti mismo», la gran regla de la Torá.
Todos los mandamientos, es decir, las acciones para lograr esa corrección, se incluyen en esa gran regla, hasta que finalmente alcancemos la conexión correcta y completa y entremos en la Tierra (Eretz, de la palabra Razón [deseo]) de Israel (Yashar-El, directo al Creador). En otras palabras, nuestro deseo se vuelve similar y se une con la fuerza de la naturaleza que lo controla todo: la Fuerza Superior que nos da libertad, salud y bondad en la vida.
¡Feliz Pésaj!
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