Emily Tamkin, escritora judía del Reino Unido, escribe sobre judíos en EUA, recientemente publicó un libro titulado Malos judíos: historia de políticas e identidades judías en EUA. Hurst, editor del libro, lo describe como «Una historia viva y reflexiva de los judíos de EUA, que explora sus complejas relaciones con la cultura nacional, la identidad y política y entre ellos».
El libro causó un poco de revuelo entre las publicaciones judías. JTA, por ejemplo, escribió que Tamkin “toma un rumbo diferente, rastreando la historia de los judíos estadounidenses en las formas en que los judíos de un lado de la agitación social, buscan desacreditar el judaísmo del otro lado”. El libro en sí, se enfoca en lo que está sucediendo en Estados Unidos, pues la “historia judía estadounidense”, escribe Tamkin, “está llena de discusiones, debates y preocupaciones sobre quién es judío, cómo ser judío y qué significa ser judío.”
Cuando un estudiante mío me habló del libro, me pidió mi opinión, afirmando que “persigue” a prácticamente todos los judíos. También señaló que cuando Tamkin preguntó a la gente: «¿Qué te viene a la mente cuando escuchas ‘Mal judío’?» la respuesta más común fue: “Cuando pienso en un ‘mal judío’, pienso en mí mismo”. Ya que, como escribe Tamkin, “el fondo de lo que es ser buen o mal judío, es particularmente tenso en este momento de la historia de los Estados Unidos”, el estudiante me pidió mi opinión sobre el tema.
Primero, debemos entender de dónde viene la palabra Yehudi (judío). La respuesta conocida, es que Yehudi viene de Yohuda (Judá), el nombre de la tribu que vivía en la tierra de Israel, durante el Segundo Templo. Pero, la palabra tiene otro significado: Yehudi también viene de la palabra Yejudi, que significa unido. Tiene perfecto sentido si recuerdas que, al pie del monte Sinaí, fuimos declarados nación, cuando nos comprometimos a amarnos “como un hombre con un corazón”. Aunque, en su mayor parte, esta explicación no recibió la aprobación ni la notoriedad que se merece.
Si ves, como lo hago yo, al judío en el espectáculo de la unidad judía, ser buen judío es, ante todo, que quieres unirte a los judíos, que es lo que realmente te importa, que es tu valor principal. Si el judaísmo es unidad, judío es el que conoce, siente, comprende e incluso difunde la idea de que lo más importante es estar conectado con lazos de amor, con otros judíos, sin importar denominación, costumbres, opiniones políticas ni ningún otro tema que actualmente divide y fragmento al pueblo judío.
La autora escribió que una de las respuestas que obtuvo a la pregunta sobre el significado de ser mal judío fue: “alguien cuya concepción del judaísmo no se aplica al resto del mundo”. Entiendo de dónde viene esta respuesta. Es por una buena razón que los judíos dieron a la corrección del mundo, un lugar tan central en su identidad. Incluso le dimos a esa misión su propio término hebreo, Tikkun Olam (Corrección del mundo).
Aun así, debemos saber lo que significa corregir el mundo, ser responsable y preocuparse por él. Tikkun Olam no son sólo palabras; implican una tarea muy específica y hasta que no la cumplamos, no seremos “buenos judíos”. Cuando inició nuestro pueblo, se nos ordenó unirnos “como un hombre con un corazón”, como lo interpreta Rashi. Inmediatamente después, fuimos declarados nación y se nos encargó ser “luz para las naciones”.
En otras palabras, nuestra unidad y nuestra obligación para con el mundo son indivisibles. No podemos ser luz para las naciones, si no estamos unidos. Al mismo tiempo, no podemos unirnos a menos que lo hagamos para ser luz para las naciones.
Cuando nuestros antepasados se unieron por primera vez, bajo la guía de Abraham, Isaac y Jacob, no eran un grupo relacionado biológicamente. Era una multitud ecléctica que se dejó llevar por la idea de que todos deberían unirse y no deberíamos sucumbir a nuestro ego. Por eso, Abraham abogó por la bondad y la misericordia, para enseñarnos a superar el ensimismamiento y cuidarnos unos a otros.
Abraham fue rebelde, pionero, precursor y gracias a él, estas nobles ideas son universales. Como nación que se formó de tribus y clanes dispersos, nuestro deber es ser la prueba viviente del paradigma de Abraham. Por eso, cuando nos unimos nos convertimos en nación, no antes.
Desde nuestros inicios, hemos sabido que la unidad es nuestra “arma secreta”. Aunque, nunca entendimos por qué ni cuál era el secreto de la fuerza en nuestra unidad. El secreto no es que la unidad en sí nos haga invencibles, sino que nuestra unidad disuelve el odio del mundo hacia nosotros y lo convierte en respeto y admiración. Le da al mundo ejemplo de la unidad que necesita para que la humanidad pueda unirse también.
No sólo recibimos este mensaje cuando estábamos al pie del monte Sinaí. En ese momento, las naciones del mundo supieron que recibimos el llamado. Desde entonces, esperan que estemos a la altura. Por eso nos apoyan cuando estamos unidos y nos reclaman cuando estamos divididos.
Ser un buen judío o un mal judío, no es un juicio que nos hacemos unos a otros. Lo determina nuestro compromiso con el mundo, que cumplimos con nuestro esfuerzo por unirnos y servir de ejemplo de que, si nosotros, la nación más dividida, cuyos miembros a menudo se aborrecen, podemos unirnos, el mundo entero podrá unirse también.
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