Profunda polarización política y social mientras gobiernan líderes sin hijos.
En noviembre 11, 1918 terminó la Primera Guerra Mundial. Un siglo después, las campanas repicaban a los pies del Arco del Triunfo en París, mientras líderes de 70 países marchaban hombro a hombro hacia la plaza, celebrando el centenario del armisticio que puso fin a la guerra.
Líderes como Macron, Putin, Merkel, Trump y Netanyahu caminaron en el campo de guerra donde tuvieron lugar las crueles batallas, donde millones de soldados y civiles murieron.
Pero, ¿acaso esta impresionante demostración indica que estamos cerca de la paz verdadera? ¿Nos encontramos a punto de abrir un paragüas de paz y unidad que cubra todas las naciones europeas?
Mientras sigue creciendo la desigualdad económica en muchos países y la ola de inmigrantes continúa sacudiendo demográfica y culturalmente a Europa, no se vislumbra la verdadera unidad. Estas crisis son el resultado de una ideología ultra liberal que ha ganado fuerza y se ha extendido en el continente.
Cada día estas dos crisis profundizan la polarización política y social. Los ricos se hacen más ricos, los pobres más pobres y los inmigrantes traen consigo costumbres y religión que han hecho cambiar el carácter de Europa. Como resultado, la extrema derecha se está fortaleciendo y mientras el público dentro de los países europeos está dividido, no es posible la unidad en Europa.
Tan espectacular ceremonia, sólo ensancha la brecha entre la idílica fachada de los líderes y la realidad cotidiana en Europa. Los líderes europeos están haciendo un intento contra la naturaleza del egoísmo humano. Pretenden dar la bienvenida a todos en sus fronteras y crear un mercado común donde todos ganen, lo que requiere una base sólida de educación a partir de la integración genuina entre las personas.
La forma en que piensan y toman decisiones los líderes europeos puede estar relacionada a un hecho interesante -que es común a muchos de ellos–, no tienen hijos biológicos. Observen la siguiente lista:
- Angela Merkel, de Alemania
- Emmanuel Macron, de Francia
- Theresa May, de Gran Bretaña
- Paolo Gentiloni, de Italia
- Dalia Grybauskaité, de Lithuania
- Mark Rutte, de Holanda
- Stefan Lofven, de Suecia
- Leo Varadkar, de Irlanda
- Xavier Bettel, de Luxemburgo
- Simonetta Sommaruga, de Suiza
- Nicola Sturgeon, de Escocia
- Jean-Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea
Ya sea por elección o por otras razones, todos los líderes de la lista no tienen hijos.
Las personas que no tienen hijos ven el mundo de forma diferente a la de aquellos que sí los tienen. Tienen una mirada distinta de la vida. Analizan el pasado, presente y futuro de manera distinta. En contraste, cualquier persona con hijos vive con cierto sentido de responsabilidad hacia su familia, que va de la mano e influye con su proceso de toma de decisiones.
Algunos comentaristas ya han asociado a los líderes europeos con esta falta de pensamiento sobre el futuro y el hecho de que no tienen hijos, Sin embargo, no solo se trata de pensar sobre el futuro. Más que un estado social, ser padres es un estado natural. Un líder sin hijos carece de instintos que no se pueden adquirir de otra forma. Pueden ser altamente intelectuales, increíblemente habilidosos y dotados de muchas formas; sin embargo, carecen de una guía natural que existe en el promedio parental –cuidar y proteger a sus hijos-, y sus decisiones se verán afectadas por ese aspecto.
Pero, ¿qué piensa el público sobre este fenómeno? La respuesta es que la mayoría ni lo toma en consideración. En general, al público no le interesa y muchas de las personas ni siquiera se dan cuenta de este aspecto particular de la vida de sus líderes. Habrá que preguntarse, ¿Hasta dónde se sabía de todos los líderes sin hijos de la lista mencionada?
La indiferencia pública a este fenómeno es característica de nuestro tiempo y nuestra generación. Una generación que está perdiendo la sensibilidad sobre la importancia de la familia. Una generación que claramente pasa por una crisis de identidad.
Dicho esto, no se trata de condenar a nadie. Ni a los líderes sin hijos, ni a sus ciudadanos indiferentes. Todos estamos en el mismo barco del desarrollo humano y la sociedad humana está pasando por un período único, donde el ego está alcanzando su nivel más alto. Esta es la razón por la que el individuo se ha vuelto más importante que nunca. La importancia de la unidad familiar ha disminuido y con ello, hoy un líder sin hijos puede ser madre o padre de millones de personas.
Pero ahí no termina la evolución humana. El ego continuará creciendo y separándonos, hasta que nos lleve a darnos cuenta que tenemos que superarlo y cultivar un nivel más elevado de conexión humana. Entonces veremos la importancia de reconstruir nuestras conexiones a todos los niveles –desde la unidad familiar, a través de la comunidad, hacia el resto de la sociedad.
La aspiración de un futuro común que visualizan los líderes liberales europeos podrá ser realidad cuando los humanos cultiven un sentido de conexión más profundo. Mientras que el ego dirija los movimientos en la Tierra, los intentos de los líderes europeos causarán más daño que beneficio. Solo cuando los líderes dirijan la educación hacia la unidad como su mayor prioridad, y se enfoquen en unificar a los ciudadanos por encima de todas las diferencias, el sentido común de conexión humana llevará a Europa hacia un mejor futuro.